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(En Familia Nº 48, agosto 2011 )


La disciplina, la ascesis y el arte de aprender a vivir

No cabe duda que hoy día hablar de disciplina o ascesis no suena bien, aunque si se trata de algunos intereses a lograr, perdemos la memoria al respecto. Es cierto también que esta especie de resistencia tiene razones dado que en algún momento de la historia se exageró el tenor y sentido de la disciplina deformando el alcance hermoso y bello que tiene como lo veremos ahora.

Para espantar fantasmas al respecto partamos del punto de vista etimológico de la palabra disciplina y ascesis. “Disciplina” deriva de “discipulus” y de “disco” que quiere decir “capacidad de aprender” y “capacidad de dejarse enseñar”. La palabra “disciplina”, derivando del término “discípulo” adquiere mucho mayor sentido y fuerza cuando lo aplicamos al ámbito de la vida cristiana y de cualquier proceso educativo que se precie de tal.

“Disciplina” entonces está indicando la manera de ser y de actuar del discípulo, de aquel que sigue un itinerario, un camino; de aquel que sigue al Señor y aprende poco a poco el duro arte del seguimiento, del caminar y avanzar. La disciplina no puede comprenderse ni interpretarse desvinculada de esta referencia esencial a un camino, a un proyecto, por el contrario puede ser asumida como criterio fundamental para juzgar los sucesivos énfasis y connotaciones que este término ha tomado a lo largo de los siglos. Por lo tanto es evidente la conexión de la disciplina con el crecimiento humano y espiritual. Lo sabemos y, más claramente por lo que nos dice el mundo del fútbol, tan de moda y en escaparate hoy, que sin disciplina personal y de grupo no llegamos a nada. Algo de esto nos podría decir el maestro Tabárez y los muchachos de la Celeste que tanto admiramos.

Lo dicho hasta ahora puede aplicarse también, al menos en parte, al concepto de “ascesis”. Si buscamos también la raíz de este término, descubrimos que en griego la palabra “áskesis” no significa renuncia, sino ejercicio, práctica, entrenamiento. Resulta un poco lastimoso pensar que en el fútbol se toma como es y en la educación y en el camino cristiano se olvida o deja de lado por estar fuera de moda o anticuado. Es esto tan cierto que los griegos llamaban “ascetés” (asceta) a aquel que ejercía un arte o una profesión. Asceta no es, pues, de ninguna manera aquel que renuncia, sino aquel que es hábil, aquel que es un “acróbata de la existencia”, aquel que domina las pasiones y sin embargo no se abstiene de los placeres, sino que sabe aprovecharlos según sea oportuno. Es lo que llamamos adquirir un equilibrio que incluso en medio de limitaciones y dificultades permite mantener intacta la personalidad y el rumbo sin desequilibrarse y desequilibrar a los demás.

Acróbata es, sobre todo, aquel que es dueño de sí hasta el punto de dominar el dolor o, al menos, de contrarrestarlo. Éste danza en medio de los sufrimientos y los placeres, en medio de la vida y de la muerte, en un itinerario de maduración y crecimiento que como meta última puede llegar hasta Dios.

Progresivamente, entonces, la fatiga se vuelve belleza; la opción plenitud, el desapego serenidad; el vivir, un gozo continuo. Este es un proyecto que vale la pena ofrecer y presentar a nuestros niños y jóvenes. Todo esto parece simple, pero ¡cuánto esfuerzo para poder librarse en vuelo en el espacio dominando las alturas y venciendo la gravedad! En efecto, para alcanzar este equilibrio, “es necesario un ejercicio, un entrenamiento continuo del alma y de la voluntad, porque ningún hábito ni virtud se adquieren o se perfeccionan sin el ejercicio disciplinado y ascético, nos recuerda ya Aristóteles”.

Esta interpretación etimológica de la “disciplina y de la ascesis” nos permiten captar algunas de las dimensiones originaras “positivo-propositivas”, estrechamente ligadas a la formación humana y al crecimiento del hombre y de la mujer. Lo mismo vale para el camino de formación espiritual porque van juntos, son una misma realidad. Esta interpretación es netamente prevalecente sobre la interpretación negativa que aún permanece en nuestra mente.

Hno. Aurelio Arreba
Director


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