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Francisco, nuestro Papa

(En Familia Nº 55, abril 2013 )


Creer o no creer, el reto a la libertad

“La única obra, el único trabajo que Dios quiere es que creáis en Jesús” (Jn. 6, 28 y 29).

La libertad religiosa tan promovida en nuestra cultura solicita a los testigos del Evangelio que seamos nosotros mismos seres libres: libres de establecer un encuentro intercultural e interreligioso, libres de hablar con autenticidad, libres para poder acoger la libertad del otro, libres de toda voluntad de dominio, libres con respecto al obrar de Dios y al misterio de la persona.

La cultura de hoy, como señalan los sociólogos, es una cultura que se centra en el protagonismo de la persona, en el valor de la subjetividad, que promueve la autonomía de la persona, la singularidad de cada uno. Promueve mucho la posibilidad que cada persona tiene de realizarse, de forjar las propias convicciones personales en contra de la idea de la uniformidad y del adoctrinamiento. “Ser uno mismo”. Cada uno está llamado a forjar, con los otros, su propia identidad, su futuro, a encontrar su propio camino sin que nadie se lo elija.

Esta valoración respecto a la libertad y a la libertad religiosa modifica profundamente el sentido de lo religioso, de la fe religiosa en la vida de los individuos. Es necesario por lo tanto comprender, respetar, acompañar, honrar y conocer las exigencias de la persona, de la racionalidad humana, es decir, de su indomable aspiración a encontrar el sentido para su vida. La mayor prueba de racionalidad humana es respetar y promover esta capacidad esencial de todo ser humano de buscar el sentido para su vida, de elegirlo. También es razonable ofrecerle los medios necesarios para que pueda encontrarlo. La propuesta de la fe es un aporte fundamental pero también pide respeto a las exigencias esenciales de espiritualidad de los seres humanos y respeto a la libertad personal de decidir cómo lograrlo. La herencia del Evangelio, como respuesta a esas aspiraciones humanas, no puede dejar de ser ofrecida. Hacerlo deseable, volverlo razonable el mensaje de la fe y del Evangelio implica:

Creer o no creer decide el destino de la vida humana, por eso la oferta de la fe como un camino para recuperar y transformar la vida es un gran acto de amor y de caridad pero que implica el mayor de los respetos, la educación de la conciencia, del corazón y de la libertad. Por eso mismo el mayor acto de libertad es decidir creer o no creer. Desde el inicio del proceso humano está en juego esta decisión: construir la vida con los otros o alejarlos, dejar entrar la dimensión trascendente y espiritual o anularla. Desde el inicio debe ser tenida en cuenta y educada esta realidad ya que al final de su vida cada persona tendrá que tomar otra opción radical: aceptar morir y poner toda mi vida en las manos de Dios o asumir que todo terminó. La fe nos dice que quien nos regaló la vida quiere y desea que se la entreguemos, mejorada, para hacerla eterna.

Hno. Aurelio Arreba
Director


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