Estimados integrantes de la Comunidad Educativa del Colegio y Liceo Sagrada Familia. Este año, presentaremos el Proyecto de Convivencia que elaborara un
equipo de mejora con el enriquecimiento posterior a través de consultas y sugerencias. Queremos ofrecerlo como una orientación y una posibilidad
más que nos ayude a seguir construyendo el clima de convivencia sobre el que ya venimos trabajando. Este proyecto se completará con los distintos
reglamentos y normativas para los diferentes sectores.
Nada como una sana convivencia que insiste sobre las relaciones y los vínculos, y un buen clima de aula para construir la “comunidad de los
aprendizajes y de los estilos de vida” que impacten sobre nuestros alumnos los principales destinatarios de nuestra tarea. Esto implica un trabajo
constante sobre la comunicación. Sobre esto hemos también apuntado en nuestro plan de formación anual. Tendremos algunas instancias de
reflexión durante el año.
La comunicación entre las personas implica un desapegarse o despegarse, un separarse previo a una verdadera comunicación. De lo contrario lo que
se da es confusión. Separarse supone hacer silencio, entrar en uno mismo, encontrarse con la propia realidad y desde ahí salir al encuentro.
Escuchar es más que oír, es un acto de responsabilidad. La verdadera escucha significa permanecer abiertos a la transcendencia, a los signos y a los
rostros tal como se manifiestan y presentan en la historia. La estructura de la verdad de una vida se da como don de sí y como disposición a morir
por el otro. Es lo que ha hecho Dios en Jesucristo celebrado en la Pascua; es lo que hace el cristiano en la caridad. ESCUCHAR SIGNIFICA FIARSE.
La vida humana crece, se constituye y se desarrolla en continuos diálogos, madura en situaciones dialogales, y constituye en ellas su destino. El ser humano no
sería ser humano si no permaneciera, desde el principio y siempre, en esta situación fundamental dialógica y con ella, en la polaridad fundamental
del "yo-tú" o del "tú-yo". Así es con la madre y el niño, así con la vida familiar, así en el inmenso
ámbito del enseñar y aprender, en el ámbito del anuncio y la fe, en el ámbito del amor y de los innumerables diálogos de los amantes
o de los amigos entre sí. Así acontece en el amplio mundo que llamamos cultura. En definitiva, se trata de un mundo dialógico, insoslayable:
yo-tú, tú-yo, nosotros. Escuchar-decir, decir-escuchar. Este es el mundo humano, en él crece, se constituye, madura o se pervierte, en él
se cumple su camino o su destino.
El buen escuchar tiene un poder aún más grande: el poder de inspirar. Aquél que tiene alguien que lo escucha bien, es el que recién
se da cuenta de verdad de lo que puede decir. La palabra del que habla recibe del buen escuchar algo así como alma y vida interna. El buen escuchar inspira con
vida la palabra que ha desatado y dado a luz. Es llamativo el modo en que del escuchar brota una fuerza que da vida a la palabra del que habla. El buen escuchar que dio
a luz la palabra, que la inspiró y llenó de vida, la sostiene y la guarda como en un vientre materno. Es tan bueno poder guardar en el buen escuchar lo
que alguien tiene para decir... Cuando esto ocurre, aquello que se nos salió de la lengua puede ser guardado y protegido, redimido, simplemente a través
del hecho de que es abrazado por el poder silencioso y vivo del que escucha. El escuchar puede estar cargado de confianza, sostén, consuelo y fidelidad para
la palabra que viene a su encuentro. El buen escuchar, que aparentemente no hace más que callar y recibir, hace tanto que sin él la palabra no
sería una palabra viva ni podría llegar a ser una palabra “guardada, acogida”.
Hno. Aurelio Arreba
Director