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Otra fecha memorable

(En Familia Nº 49, octubre 2011 )


Si quieres ser feliz trabaja para lograrlo

El ocaso cultural del valor de la “disciplina y la ascesis” como entrenamiento y proceso de crecimiento y maduración ha llegado o coincidido, por reacción, prácticamente con la transición de la así llamada “ley paterna” a la “ley materna”, es decir, de la rigurosidad ética objetiva, con fuerte connotación centrada en el comportamiento, al énfasis sobre la personalización interior de los valores y las conductas. De hecho, esta “revolución silenciosa”, pero no demasiado, ha terminado por colocar en lugar de la “disciplina” como valor “fundante”, la “espontaneidad o el gusto”, como centro de la nueva pedagogía.

Algunas consecuencias de esta transición realmente histórica: antes que nada, las facultades mentales son inducidas -también con la complicidad de los modernos medios de comunicación, especialmente la TV, pero no solamente- a preferir la intuición al frío razonamiento, lo particular a lo universal, la síntesis al análisis, la inmediatez a la paciente búsqueda, la experiencia directa a las diferentes intermediaciones. La persona, por su parte, aprende a buscar en sí misma los valores y por lo tanto busca más, no puede buscar de otra manera porque está encerrado en sí misma, la “amigabilidad” (tener amigos) que la “sociabilidad” (aprender a relacionarse satisfactoriamente con los demás), más la vitalidad del sentir que la racionalidad. Además el orden, el tener un marco es menos apreciado que la novedad, que el riesgo irracional; y la diversidad es considerada más valiosa que la integración solidaria. Pero, sobre todo esto, domina el mito de la espontaneidad instintiva que lentamente desaloja el criterio de la rigurosidad, de la severidad virtuosa, de la profesionalidad de la inteligencia y de la firmeza de las decisiones.

¿Cómo posicionarse ante esta situación? Sería un error recaer en la pretensión de atribuir un valor absoluto a un cierto tipo de “ascesis y disciplinas sacrificales” por llamarlo de alguna manera. Al mismo tiempo, sin embargo, no se puede ceder, por cierto, al “espontaneísmo” (endiosamiento de la espontaneidad), ni cerrar los ojos frente a los resultados menos válidos en el aspecto educativo de este proceso que lleva desde la fragilidad psíquica y espiritual a la mediocridad e inconsistencia generalizadas como venimos constatando con todas las consecuencias de futuro que esto acarrea y cuyo primer centro de atención será la familia. Ésta será el primer centro de ejercicio, entrenamiento para lograr un proyecto. ¿Hay proyecto?, pues, si no hay proyecto no es necesaria una disciplina o ascesis. ¿Qué proyecto y qué pedagogía elaborada y pactada en común? Si no se ponen de acuerdo los padres ya empezamos mermados. ¿Las nuevas formas de convivencia y asociación son proyectos individualistas o compartidos?

Necesitamos, en primer lugar, detectar la potencialidad positiva de esta evolución y aceptar el reto de revisar algunos esquemas a los cuales podemos estar comprensiblemente apegados vengan de la “ley materna” o de la “ley paterna”. Partiendo del objetivo fundamental de la maduración, crecimiento, formación humanoespiritual, sabemos que ya no es el sacrificio por el sacrificio, sino la alegría y el amor a un “proyecto”, experimentada en el corazón humano y por lo mismo la apertura y relación con todos los seres humanos y con toda la creación. Y como estos frutos no son absolutamente espontáneos y no vienen solos por más que lo desee, junto con otros muchos bienes hoy muy cotizados como la libertad y la responsabilidad, se necesita cultivarlos con “paciencia y orden, con inteligencia y atención, es decir, con disciplina y ascesis”. Lo que realmente importa y apremia, en este viraje, es el desafío de la belleza, del bien, de la verdad, de la felicidad como apuesta a las aspiraciones más propias y sensatas del ser humano en cuanto valores finales. Pero no olvidemos que uno de los aspectos más serios de nuestros jóvenes y niños por el que se frustran muy a menudo es el de la falta de valores instrumentales, metodológicos que les permitan llegar a los valores finales. Es claro que si en la casa, barrio, comunidad no se les prepara para adquirir estos valores instrumentales jamás lograrán llegar a los valores finales. No es que no los quieran y los deseen, es que nadie les enseña los valores instrumentales, las prácticas, los modos de llegar a los valores finales. Entonces se frustran y dejan. Los valores no son un golpe de suerte o de la lotería, sino una opción auténtica que pide ejercicio, fatiga, y caminar en la dirección correcta.

Hno. Aurelio Arreba
Director


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