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Una Nueva Etapa

(En Familia Nº 47, mayo 2011 )


“La fe cristiana es un camino”

“Sal de tu tierra, deja tu país, a tu familia y a tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré... Partió pues, Abrahán, como se lo había dicho el Señor” (Génesis 12,1-3)

La fe cristiana es un camino, y es propio del camino el que solamente entrando en él se reconozca que uno va caminando por él. Esto se explica en un doble sentido: a cada individuo no se le desvela lo cristiano sino en la experiencia de ir conjuntamente por ese camino; lo cristiano puede captarse únicamente como un camino histórico. El camino comienza con Abrahán. Lo primero que hay que decir es que Abrahán era un ser humano que sabía que un Dios le había hablado y que plasmó y encaró su propia vida de acuerdo a ese diálogo con Dios. Este Dios no se presenta con la pretensión de ser el único Dios de todos los hombres y del mundo, pero sí tiene una fisonomía muy propia. No es el Dios de una nación determinada, de un país, de un ámbito determinado ya sea el agua, el aire, etc. Es el Dios de una persona, concretamente Abrahán llamado por otra parte o invitado a formar una gran familia. Esto tiene dos consecuencias: que esta persona ha sido elegida por él y mantiene con ella un diálogo, relación y cuidado muy especial; en segundo lugar que su diálogo y relación va más allá del tiempo y el espacio, pues, siempre se refiere al futuro. Todo lo esencial viene dado en la categoría de promesa: te bendeciré, te daré un país, formarás una gran familia. Esto quiere decir que puede disponer del tiempo y del futuro y esto para la persona ligada a Él implica una compañía que va más allá del presente; su vida debe extenderse hacia algo distinto, algo mayor.

La preocupación especial de este Dios tiene que ver con la dignidad del hombre, con su futuro y su vida; en ese diálogo que mantiene con el hombre, podemos verlo, en todo el desarrollo bíblico que se manifiesta por un lado con la benevolencia, la bondad, la misericordia, el perdón. Pero se manifiesta también con el “no” a la violación de la dignidad humana, ¿dónde está tu hermano?, le pregunta a Caín sobre Abel. El cristianismo fue el que realizó por primera vez, en la dinámica de ese camino de diálogo y comunión, la apertura a otras culturas, derribando “el muro de separación” a través de la entrega de Jesús por todos los hombres. Sin duda ninguna el verdadero vigor del camino cristiano está en esa síntesis entre la razón, la búsqueda de la verdad, la fe, la proyección hacia la promesa y la vinculación con los que caminan con uno en la vida buscando la tierra prometida. Hasta ahora este caminar lo hemos mirado desde el origen de este camino, mirémoslo también a la luz del resultado final, desde la Resurrección del Señor, desde la espiritualidad del Misterio Pascual y tendremos una visión completa. “Recuerda que gracias al tiempo que el grano de trigo pasa debajo de la tierra mañana habrá pan en las mesas. Recuerda que en el invierno, debajo de la nieve amarga, está la semilla, que amada por el sol, en primavera se convertirá en una rosa”.

El trayecto y el final de ese camino están marcados por las luces y las sombras, por los amaneceres y los atardeceres, por los nacimientos y las muertes, por los dolores y las alegrías tan propias de esta vida. Sólo que si ese camino es recorrido en diálogo personal con ese Dios que me llamó y junto con los que forman esa familia, el final, la muerte, será distinta. La muerte terminal pone fin a la vida y termina con toda posibilidad. La muerte pascual, la de la promesa, la del futuro anunciado por el Dios de Abrahán encarnado en Jesucristo, es tal que, poniendo fin a una clase de vida, abre a las personas que pasan por ella a otra vida más profunda y más rica. La imagen del grano de trigo que cae y muere para producir nueva vida es una imagen de la muerte pascual.

El misterio Pascual es un proceso de transformación dentro del cual se nos dan tanto una vida nueva como un espíritu nuevo. Empieza con el caminar hacia la meta, los gozos, dolores y la muerte; pasa a la recepción de una vida nueva, emplea algún tiempo en hacer el duelo por la vida anterior perdida y en adaptarse a la nueva vida. Finalmente cuando la vida vieja ha quedado totalmente atrás, recibimos un Espíritu nuevo, para la vida nueva que ya estamos viviendo. Este es el camino que realizó Jesús andando con y como nosotros.

El Misterio pascual es el secreto de este camino, la promesa del Dios que le habló a Abrahán. Nuestra felicidad depende de vivirlo de una manera adecuada.

Hno. Aurelio Arreba
Director


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