Año tras año celebramos el día de la catequesis, servicio apreciado y valorado por toda la Iglesia porque entra directamente en la “misión de Jesús preparando la nueva humanidad”. Suele realizarse la celebración en el mes de agosto, alrededor de del día 21, fiesta de San Pío X, porque fue este Pontífice quien impulsó decididamente el ministerio de la catequesis por la iniciativa que le dio a su pontificado: “Renovar la humanidad desde Cristo Jesús”. Por otra parte, celebramos también en el mes de agosto la aprobación de la Congregación de los Hnos. de la Sagrada Familia por el Papa Gregorio XVI y el título de: “Catequista apostólico” otorgado por este Papa al Hno. Gabriel. Si algo deseó, soñó y buscó el Venerable Hno. Gabriel, fue este título de catequista. Este servicio lo ejerció siempre y marcó su vida. En lo medular de su carisma y propuesta educativa está “el cuidado de la persona, de la comunidad y de la dimensión transcendente”. Ser hermano, educar al ser humano y ofrecerle los dones de la fe llenaron su vida.
En su discurso programático, “las Bienaventuranzas”, Jesús presenta el perfil de la nueva humanidad, del nuevo rostro de hombre al que aspira. Jesús, señala ya en la primera Bienaventuranza, el camino a recorrer para formar al hombre y la nueva humanidad: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque ellos verán a Dios”. Renunciar a la codicia, a la avaricia, al atesorar para sí, a acaparar, a manipular, a controlar, pues esto es lo que destruye a la persona, la cierra en sí misma, la impide compartir, deshace la relaciones con los demás y con Dios. Es la invitación a compartir, a atesorar para los demás el anuncio nuevo y profético que permitirá la formación del hombre y la comunidad nueva.
El catequista está al servicio de la personalización a partir de este proyecto de Jesús en las Bienaventuranzas. Servicio y tarea que solamente se logra con los otros y apoyados en la Palabra, la Eucaristía y la Comunidad.
Durante mucho tiempo pareciera que nuestro mundo viene haciendo grandes esfuerzos para lograr la despersonalización, que los hombres pierdan de vista su condición de personas, susceptibles de manipulación. Pareciera hoy día que la meta del ser humano es: “Narciso en-si-mismado en el consumismo, con-su-mismo-ego”. Falta el empuje, el impulso y el deseo de ir más allá de las propias miras. Falta la oferta de otro pan que el que ofrece el mercado.
Pero también es cierto que lo religioso, lo eclesial, lo cristiano, lo católico se ha vuelto irrelevante y ha dejado de ser simbólicamente significativo y necesitamos preguntarnos por qué.
No es que haya desaparecido el sentido de lo religioso; yo creo que ha mutado hacia otras ofertas entre otras cosas por falta de “TESTIGOS DE LO ETERNO EN EL INTERIOR DE NUESTRAS COMUNIDADES”. No hemos sido capaces todavía de hacer presente en el imaginario social una oferta cualificada y diferenciada desde la fe cristiana. Necesitamos hacer conciencia de la riqueza que conlleva la fe para educar a la persona y proponerla. Sencillamente ofrecer esa riqueza a nuestra cultura. Esta es nuestra tarea.
Por el bien de nuestro mundo volvamos al corazón de la fe, a profundizar en aquello que nos hace y mantiene en la vida como seguidores de Jesús a pesar de las consecuencias.
Hno. Aurelio Arreba
Director
