Diálogo y no-violencia
(En Familia Nº 20, mayo 2004
)
La jornada de reflexión sobre no-violencia del pasado 13 de mayo, propuesta
por Secundaria, ambientó diversas iniciativas y reflexiones entre alumnos,
docentes y catequistas de nuestro Colegio. Acostumbrados a hechos de violencia que nos
acerca la TV o la prensa oral y escrita, pocas veces pensamos en la violencia
que generamos a diario con nuestros procederes irreflexivos y rutinarios que
crean a nuestro alrededor "ganadores" y "perdedores". "La
violencia está en nosotros" afirma nuestra docente Nora Sisto, en
el libro "Ventana a la Violencia" presentado en esa semana en el Teatro
del Colegio. Tomar conciencia de esta verdad constituye el primer paso para
superarla. Reconocer sus manifestaciones es el comienzo de una postura nueva
en el mundo de las relaciones personales sean éstas en las relaciones
de grupo, de trabajo y fundamentalmente de la familia. El destrato verbal, las
palabras graves, injuriosas, despectivas, la burla, el "sobrenombre"
irónico, la no escucha, los gritos, los ademanes groseros y tantas otras manifestaciones enrarecen el clima
grupal o familiar y generan mutua desconfianza e insatisfacción. "Un
niño amado aprende a amar..un niño criticado aprende a criticar..un
niño golpeado aprende a golpear. Decile ¡NO! a la violencia",
rezaba uno de los marcadores que los alumnos entregaban por los pasillos. Decirle
"no" a la violencia es una decisión. Pero también implica
un conocimiento de los mecanismos que la activan en cada uno. Y uno de ellos
es la ansiedad. La percepción de no ser escuchado, de no poder dar a
conocer lo que siento o lo que quiero, lo que pienso o por qué hago las
cosas, lleva a reacciones violentas en palabras, gestos, actitudes. El diálogo
permite y favorece el entendimiento aún en nuestras inevitables diferencias.
La capacidad de escucha, el buscar "tiempos" adecuados para decirnos
lo que sentimos y pensamos, el generar especialmente en la pareja, en la familia,
los espacios de libre expresión sin juzgar al otro y ofrecerle el abrazo
de un "te entiendo", "te comprendo" pueden ser otras tantas
estrategias que restañen heridas y creen nuevos y fuertes lazos de amor
y confianza. La invitación de Jesús "Sed misericordiosos
como vuestro Padre celestial es misericordioso" (Lc.6,36) o la página
sobre el "Hijo Pródigo" (Lc.15,11-32) pueden decidirnos a comprometernos,
desde la fe y el reconocimiento de la violencia que hay en mí, a crear
un nuevo "Pentecostés", creyendo que un nuevo mundo es posible,
alentados por la bienaventuranza evangélica: "Felices los que trabajan
por la paz porque serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,9).
Hno. Néstor Achigar