Lo que puede el amor a la vida
(En Familia Nº 11, julio 2002
)
La mañana era fresca y soleada.
Desde temprano un movimiento inusual sacudía la habitual modorra dominguera
de Libertador y Lima apenas alterada por la vecina que acude a buscar pan a
lo del “Pete”, el veterano que se detiene en el kiosco a levantar
el diario o el transeúnte que se dirige al Esso-Shop para una compra
de emergencia.
Adultos, niños, adolescentes, jóvenes fueron poblando la espaciosa
acera este de la Avenida provistos de un número identificatorio en el
pecho o la espalda. Se diría que una gran competencia estaba por comenzar.
Y sí. Era cierto. Una gran competencia pero no al estilo de las habituales
donde se compite por un premio. O quizá sí. Una gran competencia
por un gran premio. Pero la competencia de la solidaridad y por un único
gran premio: la vida de Juan Bautista.
Los niños tienen esa gran condición: desde su inocencia y sin
saberlo son protagonistas de la vida de los adultos, capaces de desatar las
reacciones más increíbles. Sucede en la familia donde los más
pequeños, los más indefensos concitan al máximo la solicitud
de quienes los rodean. Juan Bautista ha movilizado todo nuestro Colegio: grandes y chicos, alumnos y docentes,
padres y abuelos. Han sido rifas y colectas, SAFA-Rock y caminatas, donaciones y beneficios.
Y no es de extrañar que por ahí alguno hasta se haya cansado o saturado sin
llegar a entender bien todo este movimiento. Es humano también.
Lo esencial es invisible a los ojos, escribía St. Exupery en el Principito.
Una convicción profunda, arraigada en lo más hondo del alma aletea
detrás de toda esta movilización vivida en el Colegio en estos
dos últimos meses y reflejada de manera paradigmática en la soleada
mañana del 5 de mayo en ese verdadero río de personas que marchaba
Libertador abajo: la vida humana no tiene precio. La esperanza que nace espoleada por el amor, mueve montañas y
es capaz de hacernos trascender la realidad para alcanzar los mayores logros. Quizá Juan Bautista
nos esté ayudando a escubrir... ¡lo que puede el amor a la vida!.
Hno. Néstor Achigar