En esta fecha es significativo recordar todo lo que vivió y vive este Colegio.
Es un enorme orgullo y placer sentir presentes a todas las personas que transitaron y transitan por estos pasillos, jugaron, crecieron,
aprendieron, educaron, cuidaron, amaron... todas las historias de cada una de estas personas que habitaron este
lugar, porque habitar no es solamente estar, también es dar forma al lugar, es moldear a las otras personas que
se encuentran ahí y también es dejarse moldear por los otros que habitan conmigo.
Todos somos y hemos sido parte del legado y las enseñanzas profundas que nos ha dejado el Hno. Gabriel que habita
en nuestro espíritu.
Hoy no solo celebramos 133 años del Colegio, celebramos 133 años de muchas historias compartidas, historias de aquellos que son y fueron parte de esta gran comunidad educativa. Gracias por ser y construir Sagrada Familia.
Un 1° de julio -quizás tan gélido como el de hoy- pero de 1889, abría por primera vez las puertas nuestro entrañable Colegio.
En estos 132 años de misión compartida entre Hermanos y laicos comprometidos, damos gracias a Dios por cada uno de aquellos que transitaron este quehacer educativo, evangelizando desde el carisma compartido como pilar fundamental de este camino.
La palabra "conmemorar" viene del latín conmemorare y significa "meter en la mente completamente, recordar a alguien públicamente". Y recordar es volver a pasar por el corazón aquello que nos mueve y sensibiliza desde nuestro interior.
¡Es por ello que hoy, con inmensa y movilizadora alegría en el corazón, conmemoramos estos
132 años de vida Sa-Fa en Uruguay!
132 años con el desafío diario de educar para la vida, construyendo historia en nuestra
educación católica uruguaya y siendo custodios permanentes del legado del Hermano Gabriel.
No he querido hablar del colegio que vemos, sino del que llevamos dentro: el colegio de nuestra memoria y de nuestros deseos. Ése es el único colegio que cuenta para mí y el que he querido transmitir.
El colegio Sagrada Familia es para mí un colegio del misterio, el deseo y la angustia. Un colegio en el que he gozado y sufrido, en el que he sido generoso y mezquino con el cariño. Y estas líneas narran alguno de los episodios de mi larga estancia en él. Una estancia que se confunde con un viaje y con una vida. Pues mi colegio es a la vez un colegio que existe en el espacio pero también en el tiempo: el colegio moderno y cordial que me encontraba cada día cuando recorría sus interminables corredores, y el colegio de la memoria, en el que viven imágenes de otros mundos. De forma que, sobre el colegio real siempre gravita el colegio de mis recuerdos y sueños, y bien me puede suceder que al lado de los niños que hoy juegan en los patios tropiece de pronto con sus padres y madres con los que nos conocimos cuando tenían esa misma edad y corrían y jugaban en esos patios. Pero también en mi corazón veo en los salones de clase o sentados en un banco, junto a otros jubilados, a mis maestros ancianos en la época que, con paso quedo y pando, salíamos a dar una vuelta por nuestro colegio, y que al poco tiempo se cansaban, pues ya no eran los jóvenes vitales que habían sido.
Es extraño un colegio así, no tienes un momento de tregua. Tanto que, a veces, me preguntaba si hacía bien no buscando refugio en otro más tranquilo, o al menos sin tantos sobresaltos. ¿Pero podría vivir sin las visitas de esos “huéspedes de la niebla”? Y me decía: No, no podría; o al menos, no quería hacerlo, a pesar de que muchas noches no me dejaran dormir. Y el colegio Sa-Fa es para mí ese colegio de recuerdos, fantasmas y quimeras que me hicieron la vida valiosa y añorada.
Y me doy cuenta de cuántas situaciones y personas han quedado relegadas en la memoria y, ahora con más tiempo, vuelven, si es que alguna vez se fueron, y reclaman mi atención y cariño. Y tampoco he tenido en el tapete de la memoria a los oponentes, que es lo que menos importa, tanto por su reducido número como por su escasa talla épica; a veces también he tenido un tanto opacadas en las manifestaciones de afecto a las personas que he llegado a querer a lo largo de los años, y que son más numerosas, y más importantes que todos los otros elementos de la vida diaria. Ni de los Hermanos que algunos, al morir, se llevaron una parte de la sabiduría y la fraternidad, del espíritu de cuerpo y de familia haciendo honor al nombre del colegio, pero que nos dejaron un legado lleno cercanía, bondad y buen hacer y bien decir. Ni de algunas personas amadas que siguen vivas en la memoria y el corazón más allá de tiempos y lugares, zozobras y certezas...
Un día como el de hoy, pero hace 130 años abría sus puertas nuestro Colegio...
Desde ese día y hasta ahora es una referencia muy significativa en la Iglesia y en la cultura del Uruguay.
Demos gracias a Dios por ser parte de la Familia Sa-Fa que vive manteniendo la tradición que nos legaron
e innovando para respetar a los que confían en nosotros hoy.
¡Feliz cumpleaños, querido Colegio!
Este es un día histórico, aunque no aparezca en los anales públicos, ni en las efemérides, ni en las publicaciones
o recordatorios de la supuesta gran historia mundial. Este es un día histórico y grande, porque hace 130 años, llegaron a
Uruguay, los cuatro primeros Hermanos de la Sagrada Familia.
Y es importante para nosotros recordarlo y celebrarlo; porque si ellos no hubieran venido, hoy no estaríamos aquí juntos, buscando
caminos de vida para nuestros anhelos de trascendencia.
A la distancia de los años, nos puede parecer fácil lo que aquellos cuatro Hermanos hicieron, y que continuaron otros cientos de Hermanos de la Sagrada Familia, pues fue lo más simple y grandioso que nos podamos imaginar: vivir como Hermanos en el diario transitar por la vida y consagrar esa vida a Dios y a los hombres.
Necesitamos pocas palabras para decir lo que hicieron, pues su vida fue sencilla y humilde; pero necesitaríamos mucho tiempo para contar lo que ha supuesto su sueño a través de 130 años. Son veintiséis lustros, y decenas de miles de personas que han podido hacerse mejores porque un día cuatro Hermanos de la Sagrada Familia decidieron lanzarse a la aventura de Dios, que más que aventura es seguridad, y hacer de su vida la ofrenda humana de un ideal trascendente.
Aquellos cuatro Hermanos eran simples mortales llenos de coraje, de confianza, de fe en Dios, de dudas, desconciertos, ilusiones e inseguridades. ¿Qué diferencia hay entre ellos y nosotros? Poca, pero, quizá, sea substancial. Fueron hombres que desgastaron su vida siendo fieles a la palabra dada, dejándose la piel por mantener su fidelidad a los compromisos asumidos, zigzagueando con altibajos pero manteniendo la mirada en el ideal que se habían propuesto. Dice el poeta “ata tu carro a una estrella” y tendrás el cielo por camino y serás huésped de los astros mientras el infinito te envuelve.
En la víspera del comienzo del Curso 2019, en el cual festejamos los 130 años de la fundación del colegio, recordamos con este video, la fiesta de fin de Curso de Educación Inicial y Primaria del año 1989, en el que festejábamos el Centenario de la fundación.
Hoy, 1 de julio de 1889, abre sus puertas el Colegio de la Sagrada Familia.
Magistra vitae! Esto decían los antiguos de la Historia.
El pasado es la tierra firme donde hunden sus raíces el presente y el futuro. El pasado, cuando se hace historia y la historia se hace memoria, da cabida a que se forme la identidad de una institución. La identidad de una institución, de un colegio, hace posible la fortaleza de sus integrantes y crea la posibilidad de ser un motivo de reflexión y admiración para los demás.
Sea la historia de un pueblo o la de una familia siempre está formada por un sin fin de personas, de esfuerzos, de aciertos y zozobras. ¡Cuántos pormenores son necesarios para tejer la urdimbre de una vida dilatada en el tiempo!
El colegio Sagrada Familia -Aguada- ha hecho en estos 129 años un acopio denso y rico de vida, pues vida es cada momento y cada sensación que ha transitado por el tiempo y por los espacios de lo que llamamos colegio. Vida es cada persona con sus ilusiones, su tesón, su orgullo de pertenencia, su emoción con los logros, su constancia en las rutinas, sus anhelos de superación, sus incertidumbres…
Nuestro escudo ostenta la colmena y la estrella; pequeña y humilde presencia, trabajadora, con un ideal de formación y el deseo de forjar hombres capaces de participar en el bien de la sociedad; la estrella que ilumina mentes y corazones como emisaria del infinito y la trascendencia. La antorcha tiende hacia un ideal que se mantiene prístino y firme, pero que, a su vez, se trasmite de mano en mano a lo largo de las generaciones, con la convicción de los valores cristianos generadores de acciones fraternas. Y el cerro de Montevideo, afincando en el suelo la construcción de los saberes, sobre roca sólida, en el llamado continuo a la superación, a la tradición y la innovación, a ser punto de referencia en la cultura del país.
Hacer memoria es comprometerse a llevar a la plenitud lo que fue iniciado en el pasado. La memoria es dinámica, es el trampolín de nuevos intentos y logros, de afirmación clara de estar mirando al horizonte, pues los que caminan de espaldas al sol están condenados a ir detrás de su propia sombra.
La memoria no es sólo recuerdo del pasado, es confianza en el futuro. Nos toca a nosotros plasmar los anhelos y colocar las teselas en el mosaico de la obra de arte que es la tarea de educar. Ahí está el camino para recorrer juntos con el mismo ideal de servicio al hombre, formándolo a imagen de Jesús que quiso recorrer en su familia todas las etapas del desarrollo de un ser humano.
El Vble. Hno. Gabriel nos invita a vivir la experiencia de familia que se vivió bajo el techo de Nazaret, donde trabajaban, rezaban y se amaban.
Son 129 años de acción de gracias: gracias sean dadas a Dios, gracias a los que nos precedieron, y gracias a quienes hoy siguen sintiéndose orgullosos de ser parte de la Sa-Fa.
Gracias.
En 1989, con motivo de la celebración del Centenario del Colegio se realizó esta pieza musical que recordamos, agregándole imágenes actuales.
El colegio en el que vivimos, el colegio en el que hemos pasado cierta cantidad de años, el colegio en el que día a día vamos viviendo nuestra vida, está formado por pasillos y aulas, por patios y por fachadas, por algunos escudos y algunas esquinas entrañables, por algunos detalles que la historia ha ido labrando, y a los cuales, los años que se quedaron y los que se fueron, han abonado después, dejando en ellos un empaque de sarmientos de piedra y arquitectura sobria y clásica.
Nuestro colegio un buen día, tal vez cuando más distraídos estemos o cuando ya no estemos nos sorprenderá, pues seguirá hermoso, ideal, como siempre nos lo hemos imaginado.
Tal vez sean las distancias en el tiempo las que nos hagan recordar con nostalgia los años pasados y la vida entregada a una vocación que se hace misión personal y comunitaria en pro de un ideal forjado en el día a día desde hace 128 años.
Cada conmemoración de un hecho histórico, cercano o pretérito, nos hace poner ante nuestros ojos y nuestra alma, rostros y corazones que le dieron sentido y lograron que quedara para la posteridad como la encarnación de un ideal válido y posible.
Un colegio es algo más que el espacio físico donde viven y conviven muchas personas. Tampoco es un conjunto más o menos ordenado de aulas o lugares de trabajo o juegos. Un colegio es un peculiar tejido donde sueños, ilusiones, esfuerzos y vivencias se entremezclan creando un ámbito -diferente para cada habitante porque diferentes son los recuerdos y las emociones que componen la trama de aquel tejido- y produciendo una atmósfera que es el resultado tanto de las condiciones y fenómenos meteorológicos como de las respiraciones de cada uno de los habitantes de ese colegio, que forman colectivamente un hálito donde las creencias, las formas de ser, de estar y de manifestarse se asientan cómodamente para viajar después a través del tiempo y de la historia.
Nuestro colegio ha sido residencia y lugar de paso, aldea y corte, incómodo lugar y centro elegante, mercado y templo, bastión y villa abierta, sede central y asiento periférico, inspiración y desesperación, personas y personajes, crisol y fuego fatuo, estampida y quietud, noche de sábado y mañana de domingo…
Todo eso y todo lo demás que queramos añadir ha sido y sigue siendo este colegio que se retuerce sobre sí mismo como una interrogación y que, como los hidalgos de antaño, conoce sus glorias y antecedentes nobles, pero no suele recurrir a ellos para añorar pasados tiempos sino para saber que la obra ha sido y sigue siendo fecunda, que deja y dejó huella, permanente y añorada.
Nuestro colegio habla entre comillas y piensa en silencio, dejando la voz para quienes recorren las galerías y pasillos como las antiguas esguevas, ora mansas y deleitosas, ora impetuosas e imparables.
Nuestro paseo comenzó en el corazón del colegio y ha terminado o terminará en una de sus arterias, esa que se hace universal porque baña otra realidad antes de convertirse en historia, o sea, en final abierto, en concierto inacabado, en obra de arte inconclusa porque está vivo…
Estas palabras están dedicadas a quienes quieren al colegio Sa-Fa de la Aguada y aportan, día a día, sus voces y sus instrumentos a ese concierto en el que somos actores y espectadores y donde decenas de miles de personas han sentido y descubierto que sigue siendo su casa.
Cuando nuestro corazón hace memoria de algún acontecimiento que ha sido significativo en nuestra vida, este recuerdo va asociado con rostros y nombres que han entretejido la trama y la urdimbre de nuestra evocación.
Los agonistas de estos hechos creyeron en el futuro y por eso lucharon y edificaron con grandes dosis de sacrificio y generosidad lo que hoy somos y tenemos. Confiaron en Dios y, en su nombre, se lanzaron a la aventura de la educación, y Dios les regaló una historia cargada de vida, de cariño y fecundidad que nosotros ahora recordamos, agradecemos y disfrutamos.
Caminemos hacia el futuro, la decisión y la audacia son nuestras, el tiempo de Dios...
Presentación electrónica proyectada el 28 de agosto con motivo de la celebración de los 120 años de vida del colegio.
120 años del Colegio Sagrada Familia de Montevideo, Uruguay
El Colegio y Liceo Sagrada Familia tiene una clara y fuerte presencia desde hace más de un siglo
entre todos los montevideanos.
Fundado el 1º de julio de 1889, con una misión educativa y evangelizadora, ha sabido acompasar
los cambios y las necesidades que la sociedad requiere.
Ubicado en una zona muy céntrica de la ciudad, en la Avenida Libertador Brigadier General Juan A. Lavalleja 1960, entre Lima y Nicaragua, cuenta con una cuidada calidad en sus servicios. Ha impuesto su presencia en el medio, atrayendo público diverso y heterogéneo desde los distintos puntos de la ciudad e interior.
El plantel docente es altamente calificado, efectivo y con gran experiencia dentro y fuera de la institución.
Posee una infraestructura privilegiada, ocupando la totalidad de la manzana, con amplios patios y salones, grandes galerías, teatro, museo, observatorio y laboratorios; todo excelentemente distribuido en tres cómodos pisos, ofreciendo posibilidades inmejorables para un óptimo servicio.
Nuestra institución creció con los uruguayos, manteniendo una clara influencia en la cultura nacional. Los aportes realizados por la Comunidad de los Hermanos de la Sagrada Familia, a lo largo de dos siglos, han sido enormes; basta recordar que hasta no hace muchos años los uruguayos aprendimos a conocer nuestra historia leyendo a un gran historiador perteneciente a dicha Congregación, el Hermano Damasceno, conocido como H.D.
De la mano de estos ilustres extranjeros aprendimos a transitar por nuestro pasado. Las áreas instrumentales también estuvieron cubiertas con los famosos libros de Pedro Martín. Los cursos de Comercial, que se caracterizaron por su elevado nivel académico y por asegurar una inmediata inserción laboral, marcaron el perfil de una institución volcada a satisfacer las demandas sociales, reconociendo en la formación académica y humana un enorme puntal para el mejor desenvolvimiento laboral.
La continua preocupación por responder a las cambiantes exigencias de los tiempos le han permitido al Colegio mantener actualizada vigencia a través de una propuesta innovadora y de calidad, sin perder referencia a lo que siempre ha caracterizado su estilo educativo: la atención a la persona y su crecimiento en todas las dimensiones.
Cuenta actualmente con 1200 alumnos distribuidos en las tres ramas de la enseñanza.
Génesis P.E.I. - SAFA
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Infraestructura y servicios
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