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Mensaje de Pascua del Hno. Juan Andrés, Superior General
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Mensaje de Pascua del Hno. Juan Andrés, Superior General

Pascua 2014

“Jesús ha resucitado como había dicho”. (Mt. 28,5-6)

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:

Un año más la celebración de la Pascua de Resurrección nos trae a la memoria el fundamento de nuestra fe. No en vano el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 638 afirma que “la Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida por los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio pascual al mismo tiempo que la cruz”.

Aunque los Evangelios no relatan el hecho ni el momento de la resurrección, sí describen significativamente sus consecuencias con datos sobre el sepulcro vacío, el cambio de actitud de sus discípulos, la vuelta a la comunidad de quienes la habían abandonado por miedo y decepción o el riesgo asumido por unas mujeres de no ser creídas. Acciones propias de la pedagogía de Jesús que facilitó a sus discípulos ver la realidad más allá de las convenciones, de la conveniencia o de las frustraciones personales.

La certeza de la resurrección de Cristo fue una luz interior que cambió por completo el estado de ánimo de los discípulos y “se les abrieron los ojos” (Lc. 24,31). Ojos abiertos por el don de la fe, para discernir los signos desde los que Dios nos habla, para ver y acoger la vida que nace en el entorno y para comprender desde la realidad de la presencia del Resucitado la propia historia con sus heridas y gozos. Esta es la primera “situación pascual” sobre la que reflexionar.

En casi todas las apariciones de Jesús a sus discípulos, la exégesis bíblica admite los siguientes rasgos: iniciativa, reconocimiento y misión. La iniciativa de Jesús produce reconocimiento y al reconocimiento sigue la misión. Una dinámica que podemos aplicar también a nuestra situación concreta con ocasión de la celebración de la Pascua de Resurrección de este año. Veamos.

Iniciativa de Jesús

Después de su resurrección, Jesús toma la iniciativa para encontrarse con sus discípulos y ayudarles a superar las dudas. Él se da a conocer sin considerar la capacidad, situación e intenciones de sus discípulos. La acción de Jesús de encontrarse con ellos continúa la historia bíblica de la iniciativa de Dios para salvar al hombre. “He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).

Se trata por tanto de una iniciativa de Jesús que culmina en una transformación personal. El relato de la Resurrección de Cristo se expresa con signos muy sencillos y cotidianos: Los de Emaús lo reconocen al partir el pan; los discípulos que estaban pescando, como un pescador más y María Magdalena como un jardinero.

El 37º Capítulo General también toma la iniciativa y nos invita a “suscitar y acompañar nuevas vocaciones de Hermanos y Laicos para la labor evangelizadora de la Iglesia”. Dios nos ha invitado a la vida cristiana gratuitamente: “Antes de que fueses formado, en el seno materno, yo te conocí; antes que salieses del seno de tu madre, yo te consagré y te hice profeta” (Jr 1,5). ¿En qué medida frenamos en nosotros las iniciativas de Dios?

Reconocimiento por parte de los discípulos

Reconocer a Jesús nos plantea exigencias concretas. Ser cristiano no es una ideología ni una moral sino un encuentro con Jesús. Un encuentro que cobra especial vigor cuando nos reunimos para la fracción del pan y creemos firmemente que “sÉl estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundoa” (Mt 28,20). En la Eucaristía, no sólo recordamos su muerte y resurrección, sino que participamos realmente de su vida./p>

Jesús se muestra en la cotidianidad de nuestra vida y su reconocimiento pone en juego nuestra existencia. Jesús se identifica con nuestros hermanos, con los pobres, los hambrientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados. En el más humilde encontramos a Jesús y en Jesús encontramos a Dios. La preocupación por los demás pone a prueba nuestra cercanía o lejanía de Dios./p>

Jesús nos habla de la sencillez de corazón como requisito para reconocerle “te doy gracias porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los sencillos”. (Mt.13,25). Ahora bien para tener un corazón sencillo es necesario permitir que Dios vaya invadiendo todas los ámbitos de nuestra vida. Reconocer a Jesús como Señor es permitirle que ilumine nuestro pensamiento, que fortalezca nuestra voluntad y que marque los criterios de nuestros comportamientos.

El encuentro con Jesús rehace la vida, da sentido a la existencia y cambia nuestra actitud ante los otros como le ocurrió a Zaqueo. El 37º Capítulo General nos sugiere que “sentados con Jesús al borde del pozo descendamos a nuestra interioridad, a la verdad de nuestras debilidades y a la hondura del corazón. Que el encuentro con Él nos lleve a saciar las necesidades y esperanzas que llevamos dentro y a encontrarnos con los Hermanos y con los hombres de hoy”. ¿Dónde y cómo descubrimos la presencia de Jesús y qué realidad cotidiana y familiar me habla de ella?

La misión confiada por el Maestro

La Resurrección de Jesús nos envía como testigos por todo el mundo. En las apariciones, Jesús envía a sus discípulos a la misión: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo” (Jn 20,21). “Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,18-20).

Evangelizar es la gracia y la vocación propia de la Iglesia y su identidad más profunda. También la misión está en el origen de nuestro carisma. Una responsabilidad confiada a todos los miembros de la Familia Sa-Fa teniendo presente que carisma, espiritualidad y misión son inseparables. Cuando una Comunidad gira en torno a la misión, la espiritualidad, el estilo de vida y la organización cobran relieve evangélico.

Nuestro último Capítulo General nos invita “a comprometernos con la Nueva Evangelización a través de la educación, la catequesis, la liturgia y la atención a la familia y a dar respuesta a las necesidades de la cultura en la que estamos insertos aportando lo específico de nuestro carisma”. Y afirma con claridad que “La Vida Religiosa y cada una de nuestras Comunidades encuentran su identidad y su sentido en la misión. Por eso la Comunidad debe estar en estado permanente de misión” (cfr. C 117). ¿ Cómo estamos respondiendo a los desafíos de la nueva evangelización?

Deseo que la Pascua de este año sea un impulso para el fortalecimiento de nuestras vidas desde el encuentro con el Resucitado. Feliz Pascua.

H. Juan Andrés Martos Moro SG