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Mensaje Pascual del Hno. Superior General

“Anda y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37)

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:

Esta Pascua que celebramos bajo el marco del jubileo de la Misericordia nos trae la alegría de la resurrección de Cristo, alegría que llena el corazón de cuantos se encuentran con Él. Una alegría que se hace transparente en las actitudes de nuestra vida y nos impulsa a compartirla con los demás. Quisiera con este mensaje invitar a todos los miembros de la Familia Sa-Fa a vivir la alegría de la Pascua y a acoger el amor misericordioso de Dios manifestado en la entrega de su Hijo para la salvación del mundo.

La liturgia de la fiesta de Pascua nos transmite el mensaje de que Dios ha perdonado al hombre y que “la resurrección de Cristo no es algo del pasado sino que entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo” EG 276. En el misterio pascual Cristo entrega su vida como acto de suprema misericordia para que vivamos por Él, con Él y en Él. Lo novedoso de Jesús fue hacer presente a Dios donde nadie antes lo había hecho: en el dolor, el sufrimiento y la muerte.

Celebrar la Pascua en este año de la misericordia nos manifiesta una vez más que Dios viene a nuestro encuentro en el misterio de la Cruz. A la luz de este misterio de la Cruz invito a todos los miembros de la Familia Sa-Fa a percibir en cada acontecimiento de nuestras historias personales la misericordia sin límites de Dios, una misericordia que nos abre a la alegría, a la paz y a la esperanza.

La mística de la misericordia debe permitirnos tener ojos misericordiosos para apreciar en nuestro entorno aquellos espacios humanos en los que urge hacernos presentes. Cuando sentimos la experiencia de la misericordia no podemos permanecer callados e indiferentes ante quien la necesita. Una mirada atenta como la de Jesús nos hace percibir los sufrimientos de las personas en situaciones concretas.

Tengamos presente que en Jesús aparece la misericordia de Dios en modo humano. Sus gestos y acciones son capaces de sintonizar con todos los sufrimientos del ser hombre. Jesús se encuentra con los pecadores, con los enfermos, con los pobres, con los desesperanzados, los condenados y los moribundos. De nuevo, la fiesta de Pascua desafía nuestra fe porque nos invita a ser portadores del amor misericordioso de Dios.

Como mensajeros de vida y de esperanza, me atrevo a sugerir algunos ámbitos donde podemos ser portadores del amor misericordioso de Dios como fruto de la celebración de esta Pascua.

a) En los ambientes de la Familia Sa-Fa

Debemos reconocer que nuestros ambientes escolares, pastorales, sociales y parroquiales donde se desenvuelve la misión de la Familia Sa-Fa necesitan convertirse a la  misericordia y a la ternura. La conversión no sólo nos afecta de modo individual, sino también comunitaria, eclesial, pastoral, social y parroquial. La conversión exige discernimiento, purificación. reforma de estructuras y modos de hacer. Como familia debemos realizar un profundo discernimiento para saber qué estructuras, hábitos y actitudes necesitan mejora para vivir la comunión como don de Dios y tarea de todos. En este sentido, hemos de realizar un esfuerzo por tratar con misericordia los defectos, errores y pecados y avanzar en el trato cordial y fraterno entre los miembros de nuestra Familia Sa-Fa. Si nuestra institución cuida el trato fraterno y misericordioso entre sus miembros ofrecerá ya un buen testimonio del fruto de la Pascua.

b) En nuestras familias

La celebración de la Pascua debe ser también una buena oportunidad para manifestar la misericordia en la vida familiar porque la familia no es una imagen idealizada que solo alcanzan unos pocos privilegiados. La familia es una institución que camina desde su situación concreta y con muchas dificultades hacia la construcción de un hogar de amor necesitado de misericordia. El individualismo, las diversas concepciones ideologizadas de la familia, la inmadurez afectiva, la fragilidad de los compromisos y las dificultades económicas y sociales han contribuido a desdibujar la realidad matrimonial y a debilitar los vínculos familiares. Ante esta situación tenemos el reto de hacer presente y operante la misericordia de Dios en las dificultades familiares, en la educación de los hijos, en la defensa de la identidad cristiana de la escuela, en el modo en que nos implicamos en la tarea educativa o en la participación en las Asociaciones de Padres y Madres del colegio. También es este un ministerio edificante.

c) En las relaciones sociales

La misericordia como fruto de esta Pascua debe fructificar en las circunstancias de cada uno en la vida ordinaria, en el trabajo, en la profesión o negocio y en las relaciones personales, familiares y sociales. Debe tender además a crear vínculos de comunión en nuestras casas, centros de enseñanza, parroquias y lugares de estudio y de trabajo. Tengamos presente que la misericordia posibilita el cambio de la indiferencia a la solidaridad para con los otros así como posibilita la reconciliación con Dios y con el hermano y hermana ofendidos. La reconciliación es como el grano de mostaza del Evangelio que a pesar de ser la más pequeña de las semillas termina siendo un árbol frondoso. De igual manera, la reconciliación contiene la fuerte frondosidad de todo ministerio eclesial. Ser misericordiosos como nuestro Padre del cielo, exige vivir en permanente renuncia a juzgar y condenar al hermano. No nos dejemos vencer por el mal.

 

Que la resurrección del Señor haga llegar su luz a los países en guerra, a los emigrantes, a tantos hombres y mujeres sometidos a diversas formas de esclavitud, a los jóvenes sin trabajo, a los marginados, a los presos y a los pobres, a los enfermos y a los que sufren, a los niños sometidos a la violencia, y a todas las personas de buena voluntad. Que la voz consoladora y sanadora del Señor Jesús: “La paz esté con vosotros, no temáis”, llegue a todos los hogares.

A la luz del misterio pascual, busquemos al Resucitado en la realidad de nuestras vidas cotidianas y que en la oración, en el trabajo y en el amor crezca nuestra amistad con Él.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

H. Juan Andrés Martos Moro SG


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