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Mensaje de Navidad del Hno. Superior General

“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo (Lucas 1:68).

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la familia Sa-Fa:

Comienzo el saludo de la Navidad de este año con la cita que encabeza este escrito tomada del evangelista san Lucas y que la Iglesia repite cada día en Laudes al recitar el cántico del Benedictus (bendito). Un cántico cristológico que de forma simbólica actualiza la historia de la alianza del pueblo de Israel. Dejando aparte la discusión si el cántico se refiere a Juan o Jesús, centraremos nuestra atención en las siguientes sugerencias:

Una referencia al “sol que nace de lo alto” en esta Navidad

El cántico de Zacarías se nos presenta como una de las profecías más cercanas del Nuevo Testamento y síntesis del sentido de la Navidad porque “el sol que nace de lo alto” ilumina las tinieblas de la humanidad con la luz de Cristo, “luz de luz”, como proclamamos en el Credo. Una luz que nos abre de par en par las puertas de la misericordia de Dios y que la Iglesia trae a nuestra memoria en Navidad para que nos abramos a la salvación que nos trae el Emanuel.

Evocar el cántico de Zacarías nos ayuda a releer nuestra historia personal en clave de salvación y a entender la propuesta que el Niño-Dios nos ofrece. Una invitación que nos trae la Navidad para recordar el paso de Dios en nosotros y para revisar el pasado y presente de los acontecimientos gozosos y dolorosos de nuestra vida. Esta lectura hecha en clave de fe, nos acerca a descubrir el sentido íntimo y profundo de todas las vicisitudes humanas, guiadas por la mano escondida de Dios.

Fijemos nuestra atención en este profético cántico de Zacarías en la referencia al “nos” colectivo, expresión de todo un pueblo que espera una promesa: “Dios nos ha visitado, nos ha redimido, nos ha suscitado, nos ha recordado”. El dinamismo comunitario de la fe proviene de la unión con Cristo y tiende a abarcar a la humanidad entera. Siempre el amor cristiano tiene un dinamismo comunitario. ¿Aceptamos el paso del yo al nosotros o preferimos la dominante situación del yo sobre el tú?

Un recuerdo a vivir el dinamismo del “Dios familia” en esta Navidad

Tal vez sea este paso del yo al nosotros uno de los aspectos que más necesitamos cultivar en la renovación espiritual de nuestras vidas. Por ello me parece importante preguntarnos si como Iglesia, como Instituto, como Comunidad y como familia estamos promoviendo procesos comunitarios que hagan posible en “nosotros” la experiencia de que Dios sigue visitando a su pueblo.

Hoy pedimos una notable atención a las relaciones interpersonales, a la búsqueda de una mayor comunicación sincera y a establecer relaciones constructivas con los demás. Esta reciprocidad nos exige descentrarnos y hacer un esfuerzo para ponernos en la parte del otro, actitud evangélica y humana que hunde sus raíces en la Encarnación del Hijo de Dios que se nos manifiesta y celebramos en la Navidad.

El Dios que nace en la Navidad es un Dios rico en relaciones, un Dios familia como dice la canción de Julián Zini: “Porque Dios es Dios familia, Dios amor, Dios trinidad...”. Jesús nació en el seno de una familia y desde su nacimiento nos proyectamos hacia la familia de los hijos de Dios. Demos cabida en esta Navidad a este Dios-familia y procuremos enmendar las divisiones y rivalidades que bloquean o destruyen el sentido de comunidad y de familia. ¿En qué medida el dinamismo comunitario del “Dios familia” me abre a los demás?

Una llamada a acoger al Dios amor en esta Navidad

La esencia de la Navidad es Amor. Un Dios amor que se queda entre nosotros. Por eso decimos que nace el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn 3, 16-17). Dios vive en un diálogo continuo de amor y vida.

En la encarnación y en el nacimiento de Jesús se nos revela la profundidad del Amor del Padre para cada uno de nosotros. Pero el amor de Dios de la Navidad sólo podrá llegar a los hombres si aprendemos a encontrar al Señor en los rostros de los hermanos que sufren. Navidad es la fiesta de Dios que se hace hombre y es la fiesta del hombre que acepta ser hijo de Dios. Por ello mismo el verdadero significado de la Navidad es la celebración de este increíble acto de amor que es siempre donación y servicio.

Por ello recomienda el apóstol Pablo: Servíos por amor los unos a los otros”.  El amor no es auténtico si no se expresa en el generoso y concreto servicio a los hermanos. Por ello afirma el apóstol san Juan: “Si alguno dice: amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”.  El servicio en todas sus dimensiones es condición fundamental de la vida cristiana y así nos lo enseña el Señor Jesús: “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor”. ¿De qué manera experimento en mi vida el amor de Dios que me trae la Navidad?

Una invitación a asumir la fraternidad cristiana en esta Navidad

También la Navidad nos invita a vivir en nuestras familias, en nuestras Comunidades y en nuestros lugares de trabajo la fraternidad como estilo de vida. Pero vivir la fraternidad es una gracia de Dios que hay que pedir. Vivir esta fraternidad cristiana nos debe ayudar a testimoniar nuestra condición de hermanos, a facilitar consensos y a reflejar la misericordia de Dios con todos. La responsabilidad de nuestras divisiones es fruto muchas veces de nuestros actos anti fraternos que nos hacen creer que es imposible vivir la fraternidad. Como familia Sa-Fa estamos llamados a preguntarnos hasta qué punto damos testimonio de fraternidad a los demás.

Ciento cincuenta años después de la pascua del Venerable Hermanos Gabriel apreciamos en su vida y obra excelentes manifestaciones de vida fraterna procurando el bien de todos. Hemos de reconocer que el espíritu de familia que propone el Hermano Gabriel, basado en la relación de recíproca confianza y afecto, está plenamente en sintonía con la caridad cristiana, hecha fraternidad. Para la familia Sa-Fa vivir la fraternidad no es simplemente una estrategia pastoral, sino una opción de vida y un objetivo en nuestra misión apostólica.

Profundizar en esta hermosa dimensión de la fraternidad exige crecer en comunicación, compartir nuestros dones humanos y espirituales y crear una verdadera familia en nuestro entorno. La vida del Venerable Hermano Gabriel, las numerosas relaciones que estableció y el mensaje que comunicó de muy variadas formas tenían como finalidad construir la fraternidad. ¿Cómo puedo contribuir a sostener la fraternidad en el ambiente de mi familia, comunidad, centro educativo o lugar de trabajo?

Feliz Navidad y próspero Año Nuevo.

H. Juan Andrés Martos Moro SG


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