El año 1964 que termina ha sido un año de recordaciones. El 75º aniversario cerró una etapa, que hemos apreciado fecunda e inicia otra con una enorme carga de esperanzas.
La fecundidad del pasado se ha evidenciado en las múltiples manifestaciones de simpatía recibidas, en la concurrencia multitudinaria a todos los actos programados con motivo del 75º aniversario fundacional del Colegio.
Por lo visto y vivido, podemos decir que, el Colegio SAGRADA FAMILIA ha dejado su impronta en el ambiente uruguayo. Generaciones numerosas se han formado en sus aulas y han sabido decir presentes en este año de 1964.
Hemos apreciado que la siembra no ha sido improductiva, muy al contrario. Caída en tierra preparada, produjo abundates frutos.
Desde hoy quedan abiertas, otra vez, las puertas de la esperanza. Los alumnos numerosos acuden a las aulas. Continúa la siembra generosa, abundante, llena de interrogantes optimistas ¿por qué el futuro no será como el pasado?, más ¿por qué este futuro no será mejor que el pasado?
Hay una materia prima como la hubo en los 75 años transcurridos, que debemos trabajar y modelar, hay un deseo grande de hacerlo y no falta entusiasmo, ni espíritu de sacrificio para llevar adelante la obra.
¿El riego no fecundará la tierra?
Vivimos en una época en que todas las estructuras parecen haber cambiado; hasta el niño y el joven parecen distintos de los que fueron en tiempo pasado. Hay un lamento unánime en contra del estudiante. Creemos reconocer en él, una carencia absoluta de responsabilidad, una entrega total a la ley del menor esfuerzo, una apatía tremenda por todo lo que signifique sacrificio y negación de comodidad.
Pero yo me pregunto y ¿cuándo los niños y jóvenes estudiantes no fueron así? Si en otro tiempo la disciplina era más rígida, si el trabajo era más prolongado, si las exigencias eran mayores, lo eran porque era distinta la forma de vivir, porque la misma manera de ser de las estructuras sociales, imponían esas exigencias como defensa lógica, como arma combativa.
El mundo ha evolucionado tremendamente y nosotros que estamos en el mundo, recibimos el impacto de esa evolución. La técnica nos ahorra esfuerzo, los medios de difusión ayudan y facilitan nuestros conocimientos, el ambiente poco favorable al sacrificio son factores que permiten la creación de una atmósfera indiferente al estudio.
Todo esto hace que los Profesores y Maestros que miramos el presente quizá con una mirada de pasado y a lo mejor de pasado lejano, nos haga ver el panorama del estudio con pesimismo. Sin embargo no es así. Setenta y cinco años de labor son la prueba evidente de que no lo será. Cada día se arrojará la semilla. La tierra es potencia de cosecha, la voluntad de superación que existe en el alumno de hoy, como la hubo en el de ayer, será el riego fecundante.
La nueva etapa es promisoria. Con la mirada puesta en Dios que bendijo los 75 años transcurridos, marchamos decididos hasta las nuevas conquistas. Hay un camino largo a recorrer, tan largo como Dios quiera. El Colegio, en vigilia permanente, con nostalgia del pasado, pero con esperanzas dulces de futuro, arrojará nuevas siembras y asistirá a maduración de nuevas cosechas que, por ser fruto del amor cristiano, no estarán sujetas al tiempo ni al espacio.
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