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mensaje del Hno. Superior General para el mes del Hno. Gabriel - noviembre de 2014
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Mensaje del Hno. Superior General para el mes del Hno. Gabriel Taborin

Roma, 01-11-2014

Carta del Hermano Superior General Nº 15

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:

El próximo 24 de noviembre se cumplen los 150 años de la muerte del Venerable Hermano Gabriel Taborin. Un día apropiado para dar gracias por los bienes que el Señor nos ha concedido a lo largo de estos 150 años y para decir con el salmista: “Te doy gracias, Señor, de todo corazón; bendeciré tu nombre por siempre jamás”, porque sentirnos herederos de una misión y de un estilo de vida es un motivo de alegría para toda la Familia Sa-Fa.

Este gozo compartido por el acontecimiento que celebramos es una buena oportunidad para fortalecer en nosotros el ideal que nos sostiene y para manifestar con gestos y actitudes los lazos que nos unen. Avivemos nuestra memoria colectiva con comprensión y celebremos el bien que el Instituto, hoy presente en quince países, sigue realizando en la sociedad y en la Iglesia.

El pasado mes de diciembre la Comisión coordinadora general del 150º aniversario nos invitaba a dar una relevancia particular a esta conmemoración. Acogiendo este deseo estamos llamados a acercarnos a nuestro “Fundador” como ejemplo de amor a Dios, a la Iglesia, al Instituto, a sus Hermanos, a la niñez y juventud y a sus familias, aspectos que a lo largo del año se han ido recordado en los diversos lugares donde estamos presentes.

Un gran catálogo de actividades, exposiciones, conferencias, peregrinaciones, esculturas, actos religiosos y publicaciones han ido llenando de páginas celebrativas el álbum de esta efeméride. El dosier final elaborado por la Comisión del 150º aniversario da buena muestra de ello. Muchos de vosotros lo estáis viviendo como protagonistas, colaboradores o participantes agradecidos. A todos en nombre de la Congregación mi reconocimiento más sincero. Que al recordar este evento nos sintamos llamados a un esfuerzo creativo en la pastoral educativa, vocacional, juvenil y familiar.

La celebración de este 150º Aniversario nos permite hacer memoria colectiva y agradecer: a los Hermanos que nos han precedido por el patrimonio espiritual heredado; a nuestros Hermanos mayores por la vida que nos han trasmitido; a los de mediana edad por la responsabilidad que asumen; a los más jóvenes por sus proyectos misioneros; a nuestros hermanos y hermanas de las Fraternidades por acoger con alegría el carisma en su condición de vida, y a cuantos laicos de la Familia Sa-Fa han colaborado y continúan haciéndolo en la misión confiada al Instituto. A todos, muchas gracias.

Esta mirada agradecida del pasado y del presente no nos debe impedir ver las sombras y el cansancio que, a menudo, acompañan nuestro caminar. Por ello, pidamos perdón y asumamos con renovado compromiso nuestro deseo de continuar con el tesón y entrega que mostró el Hermano Gabriel. Desde esta perspectiva podemos asumir la exhortación postsinodal de Vita Consecrata para decir: “¡No solamente tenemos una historia que recordar sino una gran historia que construir!

Con los ojos en el futuro celebremos el gozo del don recibido y testimoniemos con nuestras vidas que el espíritu del Hermano Gabriel sigue vivo entre nosotros. Reactivemos el pasado, asumamos el presente y afrontemos el futuro dejándonos guiar por la mano de Dios. Volver a nuestro Fundador es una fuente imprescindible para la vitalidad del Instituto.

En esta tarea no estamos solos. Una nueva conciencia eclesial de comunión nos impulsa a compartir el carisma y la misión con otros. Somos miembros de una familia ampliada y estamos invitados a compartir la alegría de esta fiesta entre todos los miembros de la Familia Sa-Fa. La celebración de este 150 aniversario es una ocasión propicia para compartir el carisma con las familias, con los jóvenes, y con cuantos se relacionan con la Congregación. La vitalidad del carisma se manifiesta cuando se recibe, se recrea y se transmite.

Acercarnos al Hermano Gabriel y a todo lo que fue significativo para él ayudará a mantener vivo el dinamismo de la Congregación. La esperanza de futuro para la Congregación reside en las personas que aman su vocación religiosa o laical y se desviven por darla sentido. La pervivencia es un don y sólo si respondemos a esta gracia, aseguraremos el futuro. La Congregación continuará en la medida que mantenga vivo el ideal del Hermano Gabriel. Hagamos lo posible para que este fuego no se apague porque como decía el pensador y político Jean Bonnet: “nada se crea sin los hombres pero nada permanece sin las instituciones”.

Así pues, por medio de esta carta quiero invitar a todos los miembros de la Familia Sa-Fa a acercarnos al Hermano Gabriel y junto a él revitalizar nuestras actitudes personales e institucionales. Consideremos los siguientes aspectos:

Acercarnos a su persona

Acercarnos al Hermano Gabriel va más allá de conocer su vida, su obra y los lugares donde se desarrolló. El acercamiento del que hablamos tiene que ver con el afecto, el sentimiento y la intuición que nos permita sintonizar con su persona. Esta cercanía es condición necesaria para valorar la actualidad de su persona, comunicar su carisma y difundir su fama de santidad. Sin cercanía y conocimiento no puede haber aprecio, imitación o invocación.

El Hermano Gabriel se nos presenta en la Iglesia con una nueva voz para anunciar el Evangelio en el contexto histórico francés del siglo XIX. Ante una sociedad carente de formación cristiana, pone en marcha una Comunidad de Hermanos que tiene desde el principio un horizonte universal. Recordemos el intento de fundar en los Estados Unidos.

Desde el conocimiento afectivo del Hermano Gabriel, nos sobrecoge su fe viva según los testimonios de sus contemporáneos. Nos estimula su inquebrantable firmeza en las pruebas: “Si esta obra es mía morirá apenas haya nacido, pero si es de Dios, sabrá cómo mantenerla y hacerla prosperar”. Nos enternece su amor a Dios: “Todo por la gloria de Dios y la salvación de las almas”. Nos conmueve su confianza en la Eucaristía: “Cuando se trataba de asuntos de particular importancia, -dice el H. Amadeo- llevaba el escrito a la capilla y lo ponía sobre el altar, delante del Santísimo, encomendándolo a la bondad y poder de Jesucristo”. Nos edifica su devoción a la Sagrada Familia: “Nuestro corazón debe estar con frecuencia bajo el humilde techo de Nazaret, en el seno de esta augusta familia que reúne todas las virtudes divinas y humanas”. E igualmente nos interroga su celo activo y perseverante en la búsqueda de postulantes, en la educación cristiana y en las celebraciones religiosas. Mons. Devie en 1847 declaró: “Conozco al H. Gabriel desde hace más de veinte años -escribía al Ministro de Instrucción Pública y del culto- y en todo ha dado siempre prueba de una piedad sincera, de celo ardiente y trabajo poco común”.

Su trabajo estuvo solemnemente reconocido por los miembros del primer Capítulo General en 1852, que dejaron este testimonio: “A nuestro digno Fundador nuestro profundo y filial agradecimiento por haber dado a nuestra Sociedad con su celo infatigable y su constancia a pesar de las dificultades, un feliz y rápido desarrollo del que no cesaremos de dar gloria a Dios”. También sorprende el vasto horizonte de su proyecto: “El plan de mi empresa -escribía a Mons. Devie en 1836- es de lo más amplio: ponerle límites no está en mi poder, porque tengo el presentimiento de que estas ideas vienen de Dios y no de mí”.

Para conocer a fondo su persona sería de interesante también divulgar muchas de sus cartas por la importancia religiosa, congregacional, fundacional y social que tienen. Una tarea a la que animamos a nuestros historiadores aunque en una época dominada por los correos electrónicos pueda parecer anacrónico.

Nuestro Hermano Fundador no es solamente una persona del pasado, cuyas acciones y enseñanzas se aprenden como capítulos de historia. Del Fundador hemos recibido una vida y un espíritu, que es el Espíritu mismo de Jesús. Para todos nosotros el Fundador ha sido la mediación privilegiada de la que Dios se ha servido para traernos de una o de otra manera a la Familia Sa-Fa. La persona del Hermano Gabriel, hermano y amigo, debe seguir siendo una fuerza que mueva al Instituto a llevar a Dios al mundo de los niños, de los jóvenes y de las familias.

Contemplar cómo se fueron consolidando poco a poco los diversos aspectos de su carisma: eclesial, en Belleydoux; espiritual, en Belmont y vital, en Belley constituye para nosotros un camino espiritual. Su itinerario de vida pastoral y educativa nos empuja a salir de nosotros mismos, a vivir confiados en el amor y misericordia del Padre para que demos frutos en provecho de todos los que nos rodean, especialmente de los más pobres.

Necesitamos, pues, acercarnos al espíritu del Hermano Gabriel: a su modo de encuentro con Dios; a su persuasión por la educación de los niños y jóvenes y a su estilo de colaboración con la Iglesia local. Se trata de tomar conciencia de una identidad que vive la primacía de Dios y de la evangelización de la juventud a través de la educación cristiana, la catequesis y la animación litúrgica tanto para los Hermanos como para los laicos.

Para los Hermanos, una identidad que nos acerque al espíritu de nuestras Constituciones. Ellas nos indican el camino de fidelidad al carisma del Hermano Gabriel y a nuestra vocación. La lectura, meditación y estudio de nuestras Constituciones será siempre un medio de recorrer y descubrir el camino de nuestra santificación.

Para los laicos, en su camino de santificación, una identidad que acerque al núcleo de la espiritualidad Sa-Fa en su vida familiar y en su misión. Es una identidad manifestada con alegría en la vida ordinaria de cada uno y en los compromisos educativos y pastorales inspirados en la frase del Hermano Gabriel “hacer buenos ciudadanos para la sociedad y santos para el cielo”. Nuestra identidad debe manifestarse en la pasión apostólica.

Acercarnos al carisma

La celebración del 150º aniversario nos da también la oportunidad de acercarnos al carisma del Fundador que como se define en el texto de nuestro 37º Capítulo General consiste en: “ser hermano y construir en la Iglesia una comunidad que, mirando a la Sagrada Familia (en referencia a la Stma. Trinidad) viva el espíritu de familia en las actividades de la educación cristiana, la catequesis y la animación litúrgica”.

En la teología de la vida cristiana el carisma se entiende como un don del Espíritu Santo dado al Fundador para vivirlo con los primeros Hermanos y lo sigue transmitiendo a todos aquellos que a lo largo del tiempo lo han acogido. Pero es siempre el Espíritu Santo quien lo trasmite. Por lo tanto este carisma debe ser vivido como una vocación análoga a la del Fundador. Con este planteamiento podemos preguntarnos sobre nuestra manera particular de vivir el carisma desde nuestra vocación propia como Hermanos o laicos y de nuestra responsabilidad en la vitalidad y desarrollo del mismo. Ello implica formación en el carisma, en la dimensión comunitaria de vivirlo y en la manera de realizar la misión.

Las manifestaciones de este carisma se expresan principalmente en los momentos ordinarios de la vida, en el trabajo, en las relaciones o en la oración y son reflejo de entender la vida como misión. Este modo de ser impregna de forma espontánea y connatural los dinamismos personales y comunitarios de quienes lo viven y se manifiesta en gestos, estilos de vida, costumbres y conmemoraciones. La irradiación del carisma congregacional se realiza fundamentalmente en la vida ordinaria.

Como don destinado para ser vivido por una colectividad, el carisma puede y debe actualizarse en cada cultura. La nivelación de las Congregaciones religiosas, que algunos piensan ser el final normal del camino, significaría un empobrecimiento para la Iglesia y una infidelidad al Espíritu. Por ello, para adaptar el carisma al contexto de hoy es indispensable un conocimiento profundo del Fundador, de su historia y de sus escritos. Igualmente supondría otra pobreza querer igualar la vocación del religioso y del laico.

La Congregación no perdurará por la cantidad de muchos miembros -sean religiosos o laicos-, ni por sus muchas obras y servicios, ni por su buena organización, sino por la calidad de vida en fidelidad al Espíritu. Es preciso tomar conciencia de que hemos sido llamados para una misión. Debemos tener la convicción de que el futuro de nuestra Congregación estará siempre en las personas que llenan de contenido evangélico su vocación.

Por ello, los Hermanos además de estar vinculados jurídicamente al Instituto, lo debemos estar también y afectivamente y manifestarlo con gestos concretos. De igual manera los laicos Sa-Fa deben esforzarse por identificarse con todo lo concerniente al laico en la Iglesia, es decir, su pertenencia a ella, su vocación y vivencia cristianas y su compromiso apostólico. Además, sentirse vinculados a la Congregación.

Así pues el elemento prioritario de una opción de vida Sa-Fa, sea laical o religiosa, es la conciencia de la propia vocación expresada en la adhesión apasionada al carisma que Dios concedió a la Iglesia a través del Hermano Gabriel. Cuando nos sentimos fuertemente atraídos por el estilo de vida iniciado por el Hermano Gabriel, el Señor nos está llamando a vivir la espiritualidad de la familia Sa-Fa.

Queridos hermanos y hermanas, el Hermano Gabriel Taborin nos ha legado un patrimonio que permanece vivo y que ha producido muchos beneficios en la Congregación y en la Iglesia a lo largo del tiempo. Celebrar el ciento cincuenta aniversario de nuestro Venerable Fundador significa honrar fielmente su memoria, fortalecer nuestra adhesión a su espíritu y afirmar con claridad nuestra respuesta evangelizadora en el corazón de cada cultura.

Esta efeméride es una buena oportunidad para crear una actitud de empatía hacia el carisma que nos une, de manera que poco a poco vaya impregnando nuestros ambientes de misión y avive la espiritualidad de cuantos hemos sido beneficiados por él.

Acercarnos a su modo de seguir a Jesús y a la Iglesia

La celebración del ciento cincuenta aniversario de la muerte del Hermano Gabriel es ocasión también para apreciar su modo de seguimiento de Cristo, de compromiso con el Reino y de comunión con la Iglesia. Seducido por la persona de Jesús, por su estilo de vida y misión, el Hermano Gabriel quiso identificarse con Él. Por eso tuvo la convicción de que la única solución a los problemas de la sociedad de su época era la de hacerle presente en medio de los hombres. Del encuentro con Jesús hizo su itinerario de compromiso educativo y pastoral.

Guiado por el Espíritu, el Hermano Gabriel sintió una llamada a vivir el ministerio de la educación y de la catequesis como respuesta a los desafíos de la sociedad que le tocó vivir. Comprendió así que en la medida que el mundo se hace más humano se va reflejando en la tierra el Reino de Dios. Un proyecto en el que el Hermano Gabriel vio colmadas sus propias aspiraciones y encontró su “tesoro y su perla” evangélicas. Todo lo demás fue una renuncia positiva y pensada. El contacto del Hermano Gabriel con la persona de Jesús estuvo muy en conexión con el testimonio de la comunidad parroquial de Belleydoux.

Para el Hermano Gabriel pertenecer a la Iglesia era la expresión para encontrarse con Jesús. La identidad cristiana era para él pertenecer a la Iglesia. En el Testamento espiritual del Hermano Gabriel declara que: “deseo morir en la religión católica, apostólica y romana, a la que siempre me he sentido profundamente unido, como también al Soberano Pontífice”. El Hermano Gabriel sentía muy cercana la Iglesia y recomendaba a los Hermanos “orar cada día por ella”.

A la luz de estos breves trazos podemos preguntarnos por nuestro modo de seguir a Jesús. Seguirle constituye el eje y la fuerza de nuestra misión. Si falta esta adhesión personal viva, interiorizada, cuidada y reafirmada en el propio corazón y en la comunidad creyente, la fe corre el riesgo de empobrecerse, reducirse a una aceptación doctrinal, al cumplimiento de prácticas religiosas o a la aceptación de unas normas. El criterio primero y la clave decisiva para entender y vivir la fe cristiana es seguir a Jesucristo.

Hemos de revisar el modo de entender y vivir la fe de forma pasiva y estática. Una Iglesia de bautizados no es necesariamente una Iglesia de creyentes. La distinción es importante dado el proceso de secularización en que estamos inmersos. Vivir un cristianismo heredado sin personalizar la fe no es suficiente. Hoy no se puede vivir la fe así. Es necesaria una decisión personal consciente y libre, en definitiva, hacer una opción personal de creer.

Pero cómo llegar a ello. El primer paso podría ser recorrer el camino hacia nuestra propia interioridad como hizo el Hermano Gabriel. Un camino que llega, si se hace con suficiente atención, a descubrir que el fondo de nosotros mismos no descansa en sí mismo, sino en algo anterior que nos es imposible sondear. Se trata de llegar a descubrir el manantial del que procede la fuente de nuestra vida. O como dice el salmo: “Oigo en mi corazón: buscad mi rostro”. ¡Hay que llegar al corazón para poder dar el paso y buscar el rostro de Dios!

Esto es descentrarse. Ir más allá de nosotros mismos para poder entrar en la relación con Dios, como hizo Abrahán, que dejó su tierra sin saber exactamente adonde llegar. Ser creyente transforma los hábitos del corazón y la manera de vivir de la persona. Abrirse al más allá proporciona pautas para vivir el más acá y da a la existencia la seriedad y el peso necesarios para no tener que vivir exclusivamente en función del instante. La transformación de la existencia que produce la fe, aparece en mil detalles como les sucedió a María y a José en la misión educativa con Jesús.

¿Por qué la obra del Hermano Gabriel continúa después de los 150 años de su muerte? Pues sencillamente porque es Dios quien la sustenta y la hace crecer. Unos plantan, otros podan y otros riegan pero es Dios quien da el crecimiento. Y no se pueden poner otros fundamentos. Por eso que seguir a Jesús es sentirse enviados para una misión en la certeza de que Él nos sostiene.

Así ha de entenderse la misión Sa-Fa, un camino de interiorización y de compromiso a través del espíritu de familia como tejido vertebrador de evangelización. La tarea evangelizadora es ante todo un itinerario que parte del hombre concreto y lo lleva hacia Cristo a través de la educación cristiana, la catequesis y la liturgia. A esto estamos llamados a tenor de la inspiración del Hermano Gabriel.

Vivir el silencio como en Nazaret, guardar las cosas en el corazón como María y estar atentos a los sueños y llamadas como José, nos ayuda a descubrir el paso de Dios por nuestras vidas y lo que el Espíritu está haciendo en nosotros. Conscientes de que no somos nosotros los que salvamos el mundo sino simplemente le damos una mano a Dios.

Acercarnos a la manera de mirar del Hermano Gabriel

El Hermano Gabriel tenía una visión cristiana del mundo que precisamente la Ilustración consideraba imposible e inútil. Para los ilustrados la razón se opone a la fe y le niega toda legitimidad. La Ilustración propone un nuevo modelo de hombre que liberado de la religión solo se centre en el mundo donde debe buscar toda su felicidad. Desde esta mentalidad la Iglesia fue vista como un obstáculo para el progreso humano.

A estas ideas, el Hermano Gabriel responde desde la antropología del Evangelio. Ante un hombre que se separa de Dios, nuestro Venerable Fundador responde que Cristo es el mediador entre Dios y el hombre sin que éste se sienta alienado. Esta fue la visión cristiana de la historia de un laico sin mucha instrucción como el Hermano Gabriel y de eminentes seglares cristianos de la Restauración como Chateaubriand o de Bonald.

La celebración del 150º aniversario de la muerte del Hermano Gabriel es también una buena oportunidad para detenernos en su “manera de mirar al mundo”. Tomar conciencia de la mirada del Hermano Gabriel es sencillamente mirar con los ojos de la fe los sustratos más profundos del hombre, del mundo y de la historia. Desde esta forma de mirar con los ojos de la fe, el Hermano Gabriel se siente enviado a dar respuesta a las necesidades de la infancia y juventud de su entorno. ¡Y es que la vida del Hermano Gabriel sólo se entiende desde la fe más profunda en el Padre que daba sentido a cada uno de sus actos!. Por eso, Dios será su consejero en las distintas situaciones de su vida. Su mirada a la realidad humana es, ante todo, una prioridad existencial y una mirada de fe, profética y compasiva.

En esta mirada compasiva del mundo descubre formas concretas de deshumanización y de negación del Reino. La fórmula tan querida por el H. Gabriel de formar “buenos ciudadanos para la sociedad y santos para el cielo” que nos recuerda el 36º Capítulo General, resume su intención de dedicarse a formar al hombre entero, en su dimensión individual, social, moral y religiosa.

Y ahondando en esa mirada de Gabriel percibimos también una mirada comunitaria. La Comunidad Religiosa, Educativa y Parroquial se convierten en fuerza solidaria y “escuelas humanizadoras” donde se aprende cada día a vivir la fraternidad y la corresponsabilidad en la misión. Por esto, es tan importante hoy impulsar en nuestro entorno la creación y desarrollo de núcleos comunitarios. El 37º Capítulo General nos invita a que nuestras Comunidades “sean “taller” (lugar de trabajo con entrega y calidad), “hogar” (espacio de humanización: escucha, acogida, diálogo y acompañamiento) y “templo” (ámbito de transcendencia, fe y celebración); de modo que actualicemos el trabajo, el amor y la oración que la Sagrada Familia vivió en Nazaret”.

La vivencia comunitaria es una consecuencia de la fe cristiana. El Dios en el que creemos es un Dios trinitario, lleno de amor y de donación. Por eso, para nosotros, miembros de la Familia Sa-Fa hacer comunidad no es una obligación jurídica o moral, ni una aspiración idealista sino la respuesta natural a la experiencia del amor de Dios. Por esto mismo debemos promover la creación de comunidades vivas y destinar a ello los recursos materiales y espirituales que podamos.

Volver al Hermano Gabriel es ahondar en sus motivaciones y en la espiritualidad que le hicieron ser testigo del amor de Dios entre los niños y jóvenes. Volver al Hermano Gabriel es auscultar lo más profundo del alma de nuestro Fundador, esto es, su sensibilidad, su corazón, sus ideales, su percepción del mundo y su intencionalidad apostólica.

Acercarnos a la vida de los Hermanos y laicos Sa-Fa que nos han precedido

La fe en Cristo resucitado sostiene nuestra esperanza y mantiene viva la comunión con los hermanos que descansan en la paz de Cristo. Ellos entregaron su vida al servicio de la Congregación. Su recuerdo nos estimula a proseguir con fidelidad nuestra misión. Estamos llamados a reconocer la obra que realizaron y a darla continuidad. Su memoria nos anima también a vivir con alegría, generosidad y fidelidad nuestra vocación para seguir escribiendo nuevas páginas de la continuidad del Instituto.

En casi todas las Comunidades se recuerda a diario el aniversario del fallecimiento de los Hermanos que nos han precedido. Desde la fundación hasta el presente han pasado a la casa del Padre 578 Hermanos. El artículo 139 de nuestras Constituciones, dedicado a la muerte de un Hermano afirma que “los Hermanos siguen unidos a quienes los precedieron en llegar a la casa del Padre, conservan afectuosamente su recuerdo y se confían a su intercesión”.

Las Constituciones nos invitan, pues, a invocar a nuestros protectores del cielo, a fin de que intercedan por nosotros, y a pedir al Padre por los Hermanos que todavía formamos parte de la Iglesia caminante. La oración explícita y frecuente por los difuntos, estimulada por el recuerdo de sus aniversarios, debe avivar nuestra comunión con ellos en el Señor resucitado. Formamos una comunidad con ellos y de ellos recibimos nuevas fuerzas e ilusión para consolidar nuestra vocación y para vivirla con renovado entusiasmo.

Leemos en el CD de la Opera Omnia sobre el Hermano Gabriel que “hasta su muerte fallecieron en el Instituto otros 29 Hermanos, tres novicios y un joven postulante. Los dos primeros fallecimientos, acontecidos en Belmont, no dieron lugar a una biografía impresa, pero a partir de la muerte del Hno. Javier Meunier en 1844, el Hno. Gabriel empezó a publicar una nota necrológica de cada Hermano que moría para enviarla en forma de carta Circular a todas las Comunidades con el fin de honrar su memoria”.

Con ocasión de la muerte del Hermano Francisco Dugnat, el Fundador escribía: “A pesar del sufrimiento que me ha causado esta separación dolorosa, no me he podido impedir de bendecir al Señor por las misericordias que ha otorgado a este bueno religioso, con el pensamiento que éste que nos deja sobre la tierra estaba destinado a convertirse en el Cielo en un protector de nuestra pequeña Sociedad”.

El 150º aniversario de la muerte del Fundador es una buena ocasión para dar gracias a Dios por la vida de cuantos Hermanos y laicos Sa-Fa nos han precedido y se santificaron en la misma vocación que la nuestra. Entre ellos hay ancianos con muchos años de fidelidad, jóvenes que se iniciaban en la vida religiosa y hombres maduros con gran responsabilidad en las tareas encomendadas. Todos ellos demostraron un gran amor a Cristo y a la Sagrada Familia.

Y este ciento cincuenta aniversario debe ser también para nosotros un compromiso para seguir escribiendo cuidadosamente las biografías de los Hermanos difuntos y de nuestros Hermanos y Hermanas de las Fraternidades Nazarenas. Igualmente no estaría de más que en las revistas colegiales se diera a conocer el fallecimiento de cuantas personas han colaborado en la misión del Instituto.

Acercarnos a los niños y jóvenes

La predilección por la niñez y juventud del Hermano Gabriel es un patrimonio espiritual inspirado en el ejemplo de Cristo. El Hermano Gabriel situó la evangelización directa de los niños y jóvenes en el centro de nuestra tarea educativa y pastoral y, por lo tanto, una de nuestras prioridades más urgentes.

Durante su vida, el Hermano Gabriel consumió sus energías en afianzar su familia religiosa. Vivió la experiencia de la Cruz con innumerables decepciones, dificultades y obstáculos, pero mantuvo firme su esperanza y su ideal. Cuando murió, el 24 de noviembre de 1864, la Congregación contaba con 147 Hermanos distribuidos en 52 Comunidades, (sin contar la Comunidad de Belley donde había unas cincuenta personas entre Hermanos y novicios), de las que 37 se dedicaban a la educación. También hoy en el Instituto gran parte del contacto con el mundo infantil y juvenil sigue dándose en las escuelas, aunque no exclusivamente, campo que debe merecer toda nuestra atención.

El contexto en el que vive el Hermano Gabriel está marcado por la falta de escolarización y de educación cristiana de los niños y jóvenes. Durante su vida (1799-1864), Europa fue el escenario de una gran agitación cultural, política y económica, de crisis en la sociedad y en la Iglesia. Ese fue el contexto en el que vivió y el que provocó la respuesta de su vocación como fundador. Su época también fue de crisis como la nuestra.

En la actualidad existe una notable apreciación en afirmar que vivimos un período de cambio de época. Las rápidas transformaciones sociales hacen difícil la percepción de lo que es esencial respecto de lo accesorio. Hoy la escuela tiene que asumir muchos elementos de formación básica que antes eran responsabilidad de la familia e inculcar además en los jóvenes la cultura del esfuerzo necesaria para el aprendizaje y la formación.

Nuestro 36º Capítulo General nos recordaba que estamos llamados a “hacer de nuestras comunidades y centros educativos, verdaderos espacios de humanización y de evangelización, por su sensibilidad frente a las heridas y necesidades de los alumnos y alumnas a fin de ofrecerles, desde la propuesta de Jesús, caminos de sanación”. A su vez el 37º Capítulo insiste en la pedagogía de la cercanía y presencia señalando que “el espíritu de familia llegue a ser el estilo educativo, pastoral y existencial”.

Entre los desafíos que la actual situación juvenil y cultural pone a las Comunidades Educativas está el de la nueva comprensión de la presencia del educador en los diversos escenarios de la escuela: la clase, el patio, las salidas culturales, las excursiones, la capilla, el teatro, los deportes, etc. Igualmente es necesaria esta presencia en las actividades catequéticas y pastorales. Por tanto, “presencia del educador” en todos los espacios donde se desarrolla la acción educativa.

La relación educativa con los niños y jóvenes inspiradas en el carisma del Hermano Gabriel debe ser fiel a nuestra identidad de hermanos. Se trata de acentuar la relación fraterna en el acto educativo: ser hermanos y hermanas de los jóvenes y dar muestras de ello. Es, pues, una relación de recíproca educación. Los educadores enseñamos a caminar y los educandos nos enseñan a permanecer atentos al camino. Nuestro 37º Capítulo general insiste en “destacar en nuestra misión el valor de la pedagogía del encuentro y del trato personal con los alumnos ya que los métodos no lo son todo”.

La celebración del 150º aniversario podría ser una buena ocasión para ofrecer a los jóvenes lugares, medios y acompañamiento específico que les permita crecer humana y espiritualmente. Invito a cada una de las Comunidades Sa-Fa, que con motivo de la efeméride que celebramos posibiliten o recreen una propuesta en este sentido. Educación y evangelización en nuestro Proyecto Educativo no son divergentes sino que se yuxtaponen y se suman. Esto implica que, dentro de la experiencia educativa de nuestros colegios hay que proponer la fe en Jesucristo que, en ocasiones, habrá que despertar y -en otras-, acompañar y celebrar.

Cercanos a los jóvenes y recordando la persona del Hermano Gabriel en la celebración del 150 aniversario, estamos invitados a decir a algún joven: “también tú puedes ser Hermano de la Sagrada Familia”. La vocación es ante todo una experiencia de gracia. Los que hemos sido llamados por Jesús sabemos hasta qué punto su gracia nos sostiene. ¿Por qué no va a suceder con algún joven lo que está aconteciendo con nosotros?

Acercarnos a las familias

Hoy la familia en muchas circunstancias, en especial en occidente, va cambiando su estructura nuclear. En cualquier caso, ser madre y ser padre es una labor que merece el mayor reconocimiento por el compromiso y responsabilidad que implica. Esta nueva situación debe llevarnos a una reflexión y quizás a una ampliación de nuestra misión en relación con la pastoral familiar.

Vivimos tiempos diferentes para la institución familiar por la fragilidad e inestabilidad interna, por el ambiente cultural poco favorable y por los condicionantes de orden económico y social que pesan sobre la familia o dificultan su formación. Pero a pesar del contexto hostil, la familia sigue siendo importante, y tiene un papel central en la sociedad. Detrás de la actual crisis familiar es posible que aparezcan modelos de familia más conscientes de sí mismas, más respetuosas con sus vínculos y más atentas a la calidad de las relaciones internas. Una familia en búsqueda de nuevos modos de convivencia, de hogar y de trabajo.

La visión evangélica presenta a la familia de Nazaret como educadora de la humanización del Hijo de Dios. María y José acogen y acompañan la vida de Jesús, la orientan hacia el descubrimiento del proyecto del Padre y la apoyan aun cuando no comprenden las opciones del Hijo. En aquella familia “Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,52). El fragmento del Evangelio citado puede constituir la base para una relectura del proyecto formativo para las familias.

La importancia que el Hermano Gabriel atribuía a la familia tiene su explicación en la experiencia de su familia natural. “Puedo testimoniar -escribía el Hermano Gabriel- con un profundo sentimiento de agradecimiento que he tenido la satisfacción de ser hijo de unos padres cristianos, los cuales me criaron siguiendo los principios de la Religión. Se lo agradezco de todo corazón y pido a Dios que los recompense por ello en el cielo, donde tengo la dulce y consoladora esperanza que se encuentran”.

En la introducción del libro “Camino de la santificación” escrito por nuestro Fundador, aparece claramente su intuición carismática en cuanto a la interrelación escuela-parroquia-familia: “Por mi posición y mis relaciones cotidianas con las escuelas, las iglesias y las familias, he podido darme cuenta de la utilidad de poner en manos de la juventud cristiana, especialmente de la que vive en las zonas rurales, un libro económico, que pueda servir a la vez en las escuelas, en las iglesias y en el seno de las familias, constituyendo la entera biblioteca religiosa de las más pobres”.

En la tradición de nuestro Instituto la pastoral familiar ha estado centrada principalmente en relación con la escuela y encaminada a reforzar los vínculos entre familia y escuela por su eficacia pedagógica. Igualmente se han promovido actividades encaminadas a favorecer la oración en familia y la práctica de las virtudes nazarenas, (visita domiciliaria, charlas con motivo del triduo y fiesta de la Sagrada Familia, oraciones devocionales etc.).

Desde el Vaticano II, la familia viene siendo definida como “Iglesia doméstica” y podemos decir que la nueva evangelización depende en gran parte de ella. La Familiaris Consortio nº 65 nos recuerda que: “Hay que llevar a cabo toda clase de esfuerzos para que la pastoral de la familia adquiera consistencia y se desarrolle con la certeza de que la evangelización, en el futuro, depende en gran parte de la Iglesia doméstica”.

El 37º Capítulo General nos invitaba a “atender la dimensión formativa y pastoral de las familias” proponiendo como ejemplo de vida a la Sagrada Familia en Nazaret. También invitaba a “proponer nuestro lema (oración, trabajo, amor) a las culturas con las que estamos en contacto, especialmente a las familias en crisis, en una sociedad en cambio”. Esto exige profundizar -a la luz del magisterio de la Iglesia y en perspectiva educativa- en los desafíos que atañen a la familia como institución conscientes de que la familia no es una organización estática, rígida, sino una forma vital y, por eso mismo, ajustable.

Aunque con lentitud, van poniéndose en práctica en nuestros centros educativos programas de pastoral familiar con el fin de que la familia realice de manera eficiente la misión que tiene encomendada. Con ello se pretende motivar a los padres sobre la importancia de su misión, ayudarlos, acompañarlos a lo largo de las etapas de la vida y facilitarles el descubrimiento de su misión como padres. Animamos a todas las Comunidades Educativas a responder a esta tarea tan en consonancia con nuestro carisma.

Junto a esta tarea está la de cuidar la relación escuela-familia. Nuestro Proyecto Educativo afirma que- “la comunicación entre escuela y familia es esencial”. Una buena educación es tanto más probable cuanto mayores sean la sintonía y la implicación de los padres en el devenir académico y colegial de sus hijos. Si concebimos la función de la escuela como una contribución necesaria para ayudar al educando a construir su personalidad, comprenderemos que la acción de los docentes es insuficiente. La escuela necesita de una presencia activa de los padres y de su disponibilidad y esta es una buena oportunidad para la pastoral familiar.

Cada vez son más frecuentes situaciones de separación o divorcio entre los padres de los alumnos que traen sus hijos a nuestra escuelas y sabemos lo que ello afecta a todos los niveles de la educación. Debemos afrontar la situación y facilitar reflexiones y actitudes de acogida que ayuden a comprender estas situaciones y sus consecuencias. Las familias en estos contextos deben recibir una atención especial ayudándolas a que no se sientan separadas de la Iglesia.

La celebración del 150 aniversario debe ser otro motivo de apoyo y atención a la familia. Esto exige profundizar -Hermanos y laicos- en las grandes pruebas que atañen a la institución familiar a la luz del magisterio de la Iglesia y en perspectiva educativa. Ante todo se requiere vivir con mayor conciencia y autenticidad el espíritu de familia para proponerlo como experiencia humanizadora y significativa en los ambientes educativos.

Conclusión

Ciento cincuenta años atrás, a las 3,30 de la madrugada, nuestro Fundador se duerme en el Señor. A las 5,30 el Hno. Amadeo anuncia la triste noticia a la Comunidad. El Hermano Gabriel moría a la edad de 65 años. Hoy es día de recuerdo agradecido y de prometer fidelidad al carisma del Instituto. Día de renovación espiritual en el seguimiento de Cristo y día de celebrar su santidad de vida.

El camino hacia la beatificación del Hermano Gabriel debe estar acompañado de un esfuerzo pastoral y espiritual. El trabajo técnico del Postulador debe estar secundado por toda la Familia Sa-Fa lo que lleva consigo hacer que el Venerable Hermano Gabriel esté presente en nuestras plegarias, en nuestra admiración, en nuestros testimonios y en nuestra imitación. Que nuestra vida de oración y de servicio imite las virtudes del Hermano Gabriel, especialmente su amor a la Sagrada Familia, y podamos obtener del Padre la gracia de su beatificación.

Invoquemos, pues al Hermano Gabriel para que nos estimule con el ejemplo de su vida, nos ilumine con sus escritos, nos acompañe en nuestro camino y nos ayude a encarnar con valentía su carisma. Hagamos realidad el lema propuesto para este 150 aniversario: ¡Gabriel, queremos caminar contigo!

Agradezco en nombre de la Congregación, las adhesiones y felicitaciones llegadas por este ciento cincuenta aniversario. Que este sentimiento de acción de gracias, que de los cuatro continentes elevamos al Padre, nos ayude a vivir bajo el techo de la Sagrada Familia.

Felicidades a todos los miembros de la Familia Sa-Fa con ocasión de esta fiesta.

H. Juan Andrés Martos Moro SG