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Recordando al Vble. Hno. Gabriel Taborin

Mensaje del Hno. Animador General: 24-11-2020



Roma, 5 de noviembre 2019

“Siento en mi interior una voz que parece decirme que, a pesar de mi debilidad y de mi poco talento, Dios quiere servirse de mí para fundar una Congregación distinta”
(H.G. a Mons. Devie 15-11-1835)

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:

Nos disponemos a celebrar la fiesta del Venerable Hermano Gabriel Taborin. Una fiesta que tiene connotaciones particulares y la otorgan un puesto privilegiado en el calendario de la Familia Sa-Fa. La fiesta de nuestro Fundador nos invita a acentuar tres aspectos: que sea memoria agradecida, celebración gozosa y mirada comprometida hacia el futuro. En este mensaje subrayaré los aspectos de memoria y de mirada al futuro, dejando lo celebrativo a cada lugar dependiendo de las posibilidades locales.

Mirando al cielo y a la tierra

En las sociedades más secularizadas se extiende la idea de que creer en Dios y cultivar lo religioso impiden atender y comprometerse con las cosas terrenas. Es como decir que mirar al cielo es una pérdida de tiempo y un obstáculo que nos distrae y nos impide ver lo que pasa en la tierra. La vida del V. H. Gabriel y la de tantos santos nos hacen ver que no es así. Mirar al cielo genera una sensibilidad especial y un compromiso con la humanidad como pocas veces se consigue. El H. Gabriel supo unir perfectamente el amor a Dios y el amor al prójimo.

La misión que el V. H. Gabriel dio a la Congregación nació de su experiencia personal en los años de maestro y catequista en diversos pueblos, donde “pisó tierra”. Con la sensibilidad de un joven inquieto y religioso, descubrió desde la experiencia, las necesidades que tenía la educación y la evangelización de su tiempo. En el mismo periodo, fue afianzando su vocación desde una confianza total en Dios. Estas experiencias maduraron en paralelo y ensancharon su corazón.

A medida que personalizaba su fe, sentía la llamada de Dios a fundar una Congregación de Hermanos que atendiese las carencias que veía en la sociedad y en la Iglesia. Y se puso manos a la obra, confiando en la Providencia, como único medio a su alcance: “plenos de confianza en la bondad de Divina, con la que hemos contado infinitamente más que con nuestras propias fuerzas” (Cir. 8, 1852). Sus energías se centraron en cuidar la educación y la catequesis de los niños, la solemnidad de la liturgia, la formación y el buen ejemplo de los maestros, la implicación de los padres y de las autoridades en las responsabilidades educativas, la creación de manuales y prácticas pedagógicas para enseñar las disciplinas escolares y catequéticas... Hemos de reconocer su gran capacidad de trabajo y su constancia para poner en marcha una Congregación dedicada a todos estos fines.

Nos llama la atención la amplia misión que quiso dar a la Congregación: “Pueden dedicarse a toda clase de obras buenas; sin embargo, su misión principal y concreta consiste en: desempeñar en las ciudades y pueblos las sencillas funciones de maestros en las escuelas cristianas, de cantores y de sacristanes; dirigir internados para alumnos de enseñanza primaria, así como orfanatos, talleres, cárceles” (NG Art. II). Una gama de posibilidades de acción muy abierta porque eran muchas las necesidades de su tiempo.

Su compromiso llegó también a otras realidades puntuales. Así lo vemos, por ejemplo, cuando se declaró el cólera en la región. En ese momento, escribió al Alcalde de Belley para ofrecerle sus servicios: “El cólera amenaza la ciudad; aunque el fin de nuestra Sociedad es principalmente la enseñanza, pongo, Sr. Alcalde, a los Hermanos a su disposición para el servicio a los enfermos” (9-9-1855).

¿De dónde nace esta sensibilidad por las necesidades de la gente en el V. H. Gabriel? Podemos decir que su fe en Dios le impulsó a vivir un proceso interior que generó respuestas audaces en favor de la sociedad. Su fe viva, demostrada en obras (Cf. Santiago 2, 14 y 26), le llevó a abrir unas 150 Comunidades a lo largo de su vida. La mayoría fueron para dirigir escuelas primarias pero también abrió otros centros para atender diversas necesidades.

Nuestra fe cristiana solo será auténtica si sabemos conjugar la mirada al cielo con la mirada a la tierra. La una se apoya en la otra, las dos se complementan, las dos se ayudan a crecer. Es la dinámica de la Encarnación de Jesús: humanización y divinización. Es el doble mandamiento de Jesús, amar a Dios y amar al prójimo. El V. H. Gabriel lo sintetizó en la expresión “formar buenos ciudadanos para la sociedad y santos para el cielo”. Una frase aplicada a la educación y a la catequesis en la que revela el ideal de hombre que él tiene.

Construir el futuro

La época en la que el V. H. Gabriel dio forma al carisma es la llamada de la “Restauración”, que siguió al periodo revolucionario y había trastocado muchos de los principios vividos hasta entonces. En aquel momento fueron muchos los que se implicaron en reconstruir el ambiente religioso anterior e imaginar un nuevo modelo social y religioso. Podemos hacer el paralelismo entre aquella época y este tiempo de coronavirus que nos desafía a reconstruir y a construir nuestra sociedad con nuevos parámetros sociales y religiosos.

Nuestra fe en el Dios de la vida nos invita a ser elementos activos y a buscar su voluntad en este nuevo tiempo. No son suficientes las ideas, no bastan los planes; es preciso llegar a las convicciones. Las ideas pueden ser compartidas por muchos pero lo que nos lleva a una verdadera implicación y a formular estrategias son las convicciones. Sin convicciones no hay renovación en profundidad.Las convicciones nos dan las razones y definen desde dónde sostenemos las relaciones, las opciones, el trabajo, el sacrifico, la creatividad, etc.

Afrontamos el futuro según las convicciones que tenemos. El V. H. Gabriel fue un hombre de fuertes convicciones que le llevaron a ir más allá de lo imaginable con la sola fuerza humana. “Poco cuestan los proyectos para el futuro, lo importante es empezar a poner manos a la obra”. (Circular 19, 1862). Os invito a que nos preguntemos personalmente, en la comunidad o en el grupo por las convicciones que tenemos y cómo nos hacen actuar. Solo desde ellas seremos propositivos y generosos.

Se está hablando de este momento como de un “tiempo nuevo” e incluso de un “cambio de época”. La tentación primera es querer volver a restaurar las cosas como estaban antes de esta crisis mundial. ¿Seremos capaces de soñar y de emprender algo nuevo como hizo el V. H. Gabriel? Como Familia Sa-Fa tenemos una oportunidad para dar respuestas evangélicas desde nuestro carisma. El campo puede ser amplio y abierto en temas como la atención a las personas, las relaciones, la familia, la solidaridad, el cuidado ecológico, la visión global e intercultural, las posibilidades educativas, los nuevos modos de hacer pastoral, el trabajo en red, la sinodalidad, la fraternidad... y otros muchos aspectos relacionados con la evangelización.

El V. H. Gabriel no necesita tanto admiradores como seguidores. Su carisma puede alumbrar el futuro, “luz de ayer para hoy” como dice una canción dedicada al Hermano Gabriel. La fiesta de nuestro Fundador puede hacer que nos sintamos invitados e invitar a otros a sumarse a este proyecto.

No olvidemos durante este mes el seguir pidiendo al Señor por la Beatificación del Venerable Hermano Gabriel y encomendar por su intercesión a las personas enfermas o en dificultad que conocemos. Así mismo, invito a escribir las gracias recibidas a través del V. H. Gabriel y a enviarlas a los Animadores de la Causa de Beatificación, pues a veces solo son reconocidas en el ámbito más privado.

Que el recuerdo de nuestro Fundador acreciente nuestra vocación de servicio a los demás en los ámbitos de nuestra misión. Feliz fiesta para todos.

H. Francisco Javier Hernando de Frutos, AG


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